POR ALBERTO GONZÁLEZ, CRONISTA OFICIAL DE BADAJOZ
Cuando se habla de hospitales antiguos de Badajoz se mencionan los civiles: Concepción, Misericordia, Cruz, Piedad, San Sebastián, y quizá alguno otro eventual, pero se omite el militar que, como obra castrense, suele tratarse, no como centro asistencial, sino como parte de la fortificación. Pero su papel en el ámbito sanitario obliga a prestarle atención propia en este apartado.
Dado el carácter de Badajoz como plaza fuerte sometida constantemente a episodios de guerra, tras la de 1640-1668 contra Portugal, en que ya funcionaron algunos provisionales, se sintió la necesidad de fundar uno definitivo para atender a las guarniciones. Y así se hizo, ubicándolo en el palacio episcopal anejo a la catedral de Santa María (donde hoy se alzan la biblioteca de Extremadura y Facultad de Biblioteconomía) que el prelado Marín de Rodezno dejó libre cuando a fines del siglo XVII trasladó su sede a San Francisco.
Con el nombre de Hospital de Capitanía, Hospital Real, u Hospital del Castillo, según las épocas, el centro comenzó a funcionar poco antes del inicio de la Guerra de Sucesión de 1700, en la que ya prestó servicio, experimentando posteriormente numerosas reformas según diseño de los mejores ingenieros militares, hasta que en el siglo XIX, tras quedar muy dañado en la Guerra de la Independencia, se convirtió en un enorme edificio estructurado en grandes pabellones, con capacidad para casi quinientas plazas, que con pocas variaciones se mantuvo hasta su cierre definitivo en 1990, contando siempre con buenos servicios y facultativos en cirugía y medicina de todas las especialidades.
En épocas de guerra sus usuarios eran solo militares, en ocasiones llegados de fuera de Badajoz, pero en las epidemias, calamidades y momentos críticos, se sumaba a los demás centros de la ciudad para prestar atención al vecindario civil en general. Por su gran capacidad y dotaciones, su servicio entonces era básico. Así, si en 1854 acogió a infectados por el cólera, abriendo incluso un centro auxiliar en el convento de San Agustín, en el brote de 1865 fue el hospital San Sebastián el que acogió militares.
Por su organización, medios y, sobre todo espíritu, la colaboración del Ejército con la ciudad no se limitaba al hospital militar, sino que en momentos críticos, como las grandes riadas del Guadiana, ahí estaban los soldados, como los más viejos a buen seguro recordarán, ayudando a los damnificados en el antiguo Seminario San Atón, Casa de Todos, Poterna, y otros refugios.
Su apoyo logístico para evacuaciones, rescates, alojamiento, alimentación y actuación ante las catástrofes era básico. La acción de los militares en la coyuntura presente, con hazañas como la de la UME levantando en Madrid en tan solo 18 horas un hospital de campaña de 1.500 camas, ampliables a 5.000, hace patente la colaboración y unión del ejército con la sociedad, que en el pasado tan sobradamente demostró el Hospital Militar de Badajoz.
Fuente: https://www.hoy.es/