Y ENSEGUIDA CANTÓ UN GALLO
Mar 24 2024

POR SILVESTRE DE LA CALLE GARCÍA, CRONISTA OFICIAL DE GUIJO DE SANTA BÁRBARA (CÁCERES)  

El canto del gallo es uno de los sonidos que mejor representan al medio rural español.

Para la gente de los pueblos ha sido siempre un sonido familiar y alegre que indicaba el comienzo del día y que el pueblo estaba muy vivo.

Hay sin embargo gente que no opina lo mismo…

Además de eso, y por curioso que pueda parecer, el canto del gallo es uno de los sonidos clave de la Semana Santa.

El gallo doméstico desciende directamente del gallo salvaje o gallo rojo que aún vive en completa libertad en las selvas del sudeste asiático donde fue domesticado hace miles de años sin que haya verdadero acuerdo entre los expertos sobre el momento en el que se produjo este hecho pero con seguridad se produjo hace más de 5.000 años.Los gallos salvajes presentan un bonito plumaje rojizo muy similar al de ciertas razas domésticas primitivas, una cresta muy desarrollada y un porte altivo y airoso recordando fácilmente a los gallos domésticos mientras que las gallinas son de menor tamaño y presenta un plumaje de tonos marrones para camuflarse entre la vegetación del suelo de la selva. El canto del gallo salvaje y el cacareo de sus compañeras, son idénticos a los de las aves domésticas.El gallo doméstico fue posiblemente domesticado como ave ornamental y para utilizarlo en las peleas de gallos aprovechando de paso la carne de las gallinas y de aquellos gallos muertos en las peleas.Las gallinas ponían solamente 10-12 huevos anuales por lo que no se destinaban al consumo sino que se dejaba que las gallinas incubasen y criasen a los pollitos.

Poco a poco se fueron seleccionado animales más grandes y vistosos que proporcionaban además una mayor cantidad de carne, poniendo las gallinas huevos de mayor tamaño y en mayor número gracias a los cuidados recibidos y a la selección humana.

Así, en época griega y romana, cuando la especie se extendió por toda Europa, ya era claramente un ave de producción aunque sin perder jamás ese aire ornamental del gallo de corral cuyo canto, idéntico como dijimos al del gallo salvaje, resonaba cada mañana allí donde eran mantenidos estos bellos animales.

En el siglo I de Nuestra Era, el gallo y la gallina habitaban ya en gran parte de Asia, África y en todo el Imperio Romano, desde Asia Menor a la Península Ibérica y las Islas Británicas, por lo que gente se despertaba con su canto en cualquier pueblo e incluso ciudad del gran Imperio. Entre ellas estaba la ciudad de Jerusalén.

Aquel jueves en el que se reunió Jesucristo a cenar con los apóstoles en la que sería su última cena, San Pedro dijo que defendería al Señor hasta el final y que aunque todos le negasen, él no lo haría.

Los 4 evangelistas narran este hecho.

Mateo dice:

– Jesús le dijo: «En verdad te digo que esta noche, antes de que el gallo cante, me negarás tres veces.

 Marcos nos cuenta que:

– Jesús le dice: » En verdad te digo que esta noche, antes de que cante el gallo dos veces, tú me habrá negado tres.»

 Lucas escribió lo siguiente:

– Pero él le dijo: » Te digo, Pedro, que no cantará hoy el gallo antes de que tres veces hayas negado conocerme.»

 Finalmente, Juan nos dice:

– Jesús le contestó: «¿Conque darías tu vida por mí? En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo antes de que me hayas negado tres veces.

 Como vemos, los cuatro Evangelistas mencionan un gallo que canta, aunque para algunos canta una vez y para otros canta dos, pero contando esto anuncian lo que iba a pasar. Y así fue.

Para no aburrir al lector, resumimos lo que cuenta San Juan en la Pasión que se lee siempre el Viernes Santo.

Jesús fue llevado ante Anás y Caifás. Simón Pedro y otro discípulo acompañaban al Señor. El otro discípulo entró dentro por ser conocido del criado del sumo sacerdote, pero Simón Pedro se quedó en la puerta hasta que el otro discípulo salió para que entrase.

Entonces, la portera dijo a Pedro:

– ¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?

Simón Pedro dijo:

– No lo soy.

Los criados y los guardias habían encendido un brasero y se calentaban. Simón Pedro estaba de pie calentándose y le dijeron «¿No eres tú también de sus discípulos?» Él lo negó.  Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le cortó la oreja, le dijo: «¿No te he visto yo en el huerto con él?. Pedro volvió a negar Y ENSEGUIDA CANTÓ UN GALLO.

Podría pensarse que estos pasajes de las negaciones de San Pedro y del canto del gallo aquella noche de hace 2.000 años en Jerusalén, tiene únicamente importancia para los cristianos pero, ciertamente, ese hecho fue la base para acuñar un dicho popular al que recurrimos muchas veces en nuestra vida diaria:

EN MENOS QUE CANTA UN GALLO.

Utilizamos esta expresión para hacer referencia a algo que, aunque pueda parecer difícil, se hace rápidamente y sin dificultad alguna.

¿Acaso no era difícil, por no decir impensable, que Pedro negase conocer a Jesús? Pues lo hizo hasta tres veces, tal y como dijo el Señor, antes de que cantase el gallo 1 ó 2 veces.

La gran influencia que el gallo y la gallina tienen en la cultura mundial en general y española en particular, no debe sorprendernos.

Estas aves llevan en la península Ibérica desde hace más de 2500 años han estado ampliamente distribuidas por todo el territorio, desde Andalucía a Cantabria, pues prácticamente todas las familias del medio rural tenían unas cuantas gallinas en el corral o sueltas por los alrededores de la vivienda para abastecerse de carne y sobre todo de huevos, vendiendo el excedente de ambas producciones constituyendo un complemento económico importante.

La amplia distribución de la gallina en la Península Ibérica ha favorecido la paulatina selección de un gran número de razas, algunas reconocidas oficialmente y de gran fama tanto a nivel nacional como internacional, y otras aún bastante desconocidas.

Sin lugar a dudas, una de las razas más famosas es la Castellana Negra que, según se cuenta, eran las gallinas favoritas de la Reina Isabel I de Castilla «La Católica» y fueron también las primeras gallinas que cruzaron el Atlántico en el segundo viaje de Cristóbal Colón.

Tras siglos en los que las gallinas vivieron literalmente entre las personas, criándose sólo aquellas que se necesitaban, pasaron a criarse en grandes granjas industriales y poco a poco fueron desapareciendo de los pueblos conforme la gente iba emigrando a las ciudades.

La gente que se quedó a vivir en los pueblos, siguió criando gallinas sin problema hasta que al venir de vacaciones la gente que se había marchado a vivir a la ciudad, empezó a quejarse del estridente y molesto canto de los gallos y del nauseabundo olor de las gallinas llegando a amenazar a muchos ganaderos con denunciar si no quitaban las gallinas o las llevaban lejos del pueblo.

Con este sin sentido, apoyado por la legislación vigente hoy en día, tener gallinas es una de las cosas más difíciles que hay curiosamente en unos tiempos en los que tanto se habla de la alimentación natural, de los productos de kilómetro cero y que no dejan huella de carbono…

En fin, debe ser eso que llaman ¿progreso?

Ojalá las cosas cambien, sin necesidad de volver a la más remota antigüedad pero si a tiempos normales, y jamás se deje de escuchar en los pueblos el canto de los gallos cada amanecer.

 

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