POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Así comienza el poema «Príamo y Tisbe» de aquel cura candasín del siglo XVII, Antón de Mari Reguera, sacerdote del que ha hicimos mención en otras ocasiones:
«La postrer nuiche ya d’ octubre yera,
y acabose temprano la ESFOYAZA;
la xente ,veladora y placentera
de comer LA GARULLA daba traza.
Había de figos una goxa entera,
peres del forna, gaxos de fogaza,
y tizaben el fuevo con tarucos
fartos de reblincar, los rapazucos…”
Bueno, bueno… Pues aquí nos encontramos con dos palabras, que destaco en mayúsculas, llenas de tradición asturiana y que por el aquel de la modernidad han perdido su vigencia.
La ESFOYAZA (del latín exfoliare = eliminar las hojas), también denominada ESVILLA, ESBILLA Y ESFOYÓN, consiste en la reunión de personas (familiares, amigos vecinos…) en la casa de un labrador para deshojar y enristrar las mazorcas («panoyes») del maíz.
Esta reunión de trabajo voluntario solía efectuarse a la anochecida, después de la cena que era habitualmente temprana.
Ya finalizado el trabajo seguía la invitación con que el vecino «beneficiado» obsequiaba a las personas que prestaron ayuda y que normalmente consistía en un «picoteo» a base de frutas del tiempo, frutos secos (de cáscara o, como se decía antiguamente, CASCAJOS) y alguna dulcería casera como galletas, rosquillas de anís, etc.
¿Saben ustedes?
A ese conjunto de frutos secos (almendras, nueces, avellanas, castañas, cacahuetes, etc.) por tierras castellano-leonesas se le denominaba CASCARUJA; palabra que evolucionó a «cascaruya» y finalmente, ya en Asturias, a GARUYA o GARULLA.
Y como los asturianos somos abundosos en los regalos, y el tiempo propiciaba la presencia de otros frutos carnosos, pues con las nueces, avellanas y castañas iban en compañía manzanas y peras asadas en el horno.
Las castañas asadas eran de presencia obligada y las mozas las ofrecían a los mozos llevándolas calientes en su faltriquera. Decían los rapazos:
«Déxame meter la mano,
querida, en to faltriquera…”
Y ella, fingiéndo un inexistente enfado, respondía:
«Eso non, galán del alma,
¿qué trexisti de la siega?»
Aparentaba, así, recriminarle que le parecían poco los «perdones» que le había regalado al venir del trabajo en tierras de la meseta.
Entre cantares, bromas picardiosas y algún que otro cortejo disimulado, como muy bien advertía el poeta:
«Y dexai noramala los trebeyos
que suelen trer tras si mil enguedeyos.»
la esfoyaza finalizaba con tranquilidad y alegría; pues como apuntaba el refranero: «Ca un en so casa y Dios en la de todos».
Todo esto se ha perdido. Ya no hay esfoyaces ni garulles, ni requiebros amorosos entre fueyes y panoyes con sabor de dulcería y sidra recién mayada.
Nos lo recuerda ALBINO SUÁREZ en su libro GLOSA POR ASTURIAS:
«Algo, sin embargo, queda
de aquel ayer ya perdido;
de aquel ayer que se enreda
en los brazos del olvido…
¡Queda la nostalgia en veda
con el tiempo que se ha ido!…”
«Y entre tanto, tanto y más:
Asturias es nuestro sino,
camino para el camino
que vamos dejando atrás,
junto a tanto peregrino
que no volverá jamás.”