Y LLEGÓ LA NAVIDAD
Dic 24 2022

POR JUAN JOSÉ LAFORET HERNÁNDEZ, CRONISTA OFICIAL DE LAS PALMAS DE GRAN CANARIA.

Los belenes son parte de la tradición navideña canaria. / JUAN CARLOS ALONSO

Somos hijos de nuestro tiempo, como también lo debieron ser nuestros antepasados en sus respectivas épocas, y no podemos eludir, y tampoco es necesario, las formas y sentires en los que nos ha tocado vivir y compartir vivencias.

Mucho han cambiado las navidades isleñas, su estética, su forma de sentirlas y de vivirlas, pero no sólo en relación con las formas, usos y costumbres en que nos la evocan en sus textos autores como Domingo J. Navarro, Eduardo Benítez Inglott o José Miguel Alzola, sino, incluso, si las comparamos con las que podemos recordar quienes ya tenemos algunos años, y pudimos vivir en su plenitud aún tradiciones que hoy ni se perciben de lejos.

Sin embargo, no somos los primeros en observar cambios que afectan a una celebración tan arraigada, pues el que fuera cronista oficial de la capital grancanaria, Eduardo Benítez Inglott, en un artículo publicado en diciembre de 1953, al señalar como «todavía, al acallarse los repiques, se oye a lo lejos el canto de una isa de las ‘…de media noche pa el día’, ó el rasgueo de las guitarras y bandurrias de una comparsa que ha pasado la nochebuena dando serenatas a personas amigas o significadas…», resaltaba con pena como en aquellas serenatas «…el repertorio de los cantos isleños formó peregrino contrastes con valses, boleros y otros aires con los que el afán del modernismo ha desfigurado el clasicismo canario de pasados tiempos, en muchas ocasiones, con marcada ofensa al buen gusto…». El propio Domingo José Navarro y Pastrana, en sus ‘Recuerdos de un Noventón’, habla de las costumbres navideñas en Gran Canaria en forma de recuerdo, en tiempo de pasado, como si fueran usos que vivió y disfrutó así de joven, o muchas décadas atrás, y las recordaba con nostalgia en aquellos últimos años del siglo XIX. José Miguel Alzola, en el prólogo a la segunda edición de su libro ‘La Navidad en Gran Canaria’, no duda en subrayar como «…la alegre y hogareña austeridad con la que en épocas pasadas discurría el ciclo pascual ha sido desbordada…»

Sea como fuere, estas fiestas, cuya principal tradición es que se sigan celebrando de forma amplia y generalizada año tras año, siglo tras siglo, con casi unanimidad de criterios – de criterios que, en diferentes lugares y épocas, se saltan los orígenes fundamentalmente religiosos de la celebración, y cobran un carácter paralelo pero diferente-, han sido, son y serán con mucho unas fiestas contradictorias, o cuando menos que generan muchas más controversias de lo que podemos pensar a primera vista. Fiestas universales y a la vez las más particulares, en su forma y sentimiento, en los distintos pueblos y territorios que hacen gala de unas ‘navidades propias’; fiestas de la alegría, de la esperanza, pero también para la inmensa mayoría de la nostalgia, de la tristeza que les generan muchos de los instantes más tiernos y puntuales de estos días navideños; fiestas de amor, de solidaridad, pero también de entrega a un frenético consumo desmedido, que sólo evoca actitudes egoístas, nunca de un compartir generoso y desprendido. En fin, que decir, sólo unos apuntes de las muchas contradicciones, o controversias, en las que todos podrán caer en la cuenta a poco que se lo planteen.

Mas, somos hijos de nuestro tiempo, como también lo debieron ser nuestros antepasados en sus respectivas épocas, y no podemos eludir, y tampoco es necesario, las formas y sentires en los que nos ha tocado vivir y compartir vivencias, aunque ello no signifique que olvidemos usos y costumbres de otras épocas que aún perviven de alguna manera, o tradiciones que pudiéramos rescatar con facilidad, pues son elementos que definieron nuestra personalidad social y cultural. Creo que todo se va entremezclando, dándonos aires nuevos donde subyace lo de siempre, algo que se percibe incluso en las palabras, un tanto acaloradas y refunfuñantes, de D. Eduardo Benítez, al decir (en 1953, recordemos) que «…ahora, en los tiempos que vivimos, son bien distintas las características del día de Navidad en nuestra urbe. Antes se almorzaba y se comía: ahora se come y se cena. Son pocos los Nacimientos y hasta los pasteles han cambiado de tamaño y no digamos que, de calidad, aunque si de precio. Casi no existe la turronera, pues los expendedores callejeros del sabroso producto isleño son, en su mayoría, del sexo fuerte. El paraguas y el farol pasaron a la historia. Todo, o gran parte, ha cambiado…»

Y si el memorialista grancanario Romero y Ceballos, en diciembre de 1782, hablaba de «…unas Pascuas con el ambiente muy templado y sereno…», Domingo J. Navarro nos recordaba, al finalizar el siglo XIX, que «toda la temporada de Pascua estaba la ciudad día y noche atormentada con los ranchos de cantadores, que cantaban romances con panderos, repiqueteo de asadores, sonajas o cascabeles…», hoy la ciudad, como también ocurre en casi todas las poblaciones insulares, no se queda atrás en sus sonidos de Navidad: conciertos de Villancicos en la Plaza de Santa Ana para pregonar la llegada de las fiestas, o la misma nochebuena en algunos años, tras la misa del gallo; recitales navideños en la Playa de Las Canteras y en otros puntos como los centros comerciales; coros y parrandas por Triana y Mesa y López; repiqueteo de fuegos artificiales; e incluso algunas serenatas, que de nuevo vuelven a aparecer en estos días de las Navidades isleñas.

Ahora son muchos, alguien de edad diría incluso infinitos, con asombro ante la austeridad de otras épocas, los productos que podemos adquirir en los comercios para celebrar estas fiestas, bastantes de ellos exquisitos y sin parangón alguno en su calidad con los que heredamos de nuestros antepasados. Y, sin embargo, la inmensa mayoría de los grancanarios no se sentirían satisfechos y plenamente en Navidad si en su mesa faltaran productos como los pasteles de carnes, las truchas de batata o de cabello, bollos de alma o muchos de los dulces más tradicionales que, cada 24 de diciembre, salen de las dulcerías grancanarias en grandes bandejas para las celebraciones de estos días, pues como ya señaló Domingo J. Navarro ‘…la Nochebuena se dedicaba a la misa de la catedral y luego a la gran cena de cazuela de gallina y pasteles de carne de cerdo…’, pasteles cuya confección y venta se iniciaba cada 25 de noviembre; así como el día de Santa Lucía, el 13 de diciembre, marcaba la fecha en que se debía comenzar a instalar los nacimientos, que se mantendrían hasta el día de la Candelaria, allá por el 2 de febrero siguiente, aunque en la actualidad una gran mayoría aprovecha en largo puente de la Constitución y la Inmaculada para estos cometidos y se retiran todos los adornos navideños apenas pasa el día de Reyes.

Usos y costumbres de las navidades isleñas de ayer y de hoy, innovaciones que se hacen tradiciones, alegrías y penas, sentires y recuerdos, que le dan a la Navidad grancanaria un sabor y un estilo casi propio. Y como acontece desde hace siglos, la bulla y el regocijo vuelven cada año con la Nochebuena isleña, con un brindis que bien pudiera ser con vino dulce del Monte acompañado de unos sabrosos bizcochos lustrados de Moya, unos polvorones de Tejeda, o unos pasteles de Teror, mientras en los labios se deja murmurar un villancico que parecer decir : «Caracola a caracola / por la orillita del mar,/ arrulla la brisa / al niño chiquito / que nos trae la Navidad».

 FUENTE: https://www.canarias7.es/sociedad/llego-navidad-20221224193248-nt.html

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