POR ANTONIO BOTÍAS SAUS, CRONISTA OFICIAL DE MURCIA

La exposición que propone Zacarías Cerezo en el Casino de Murcia, por acabar pronto, lo tiene todo. Primero, la propuesta bajo el título ‘Por Naturaleza. Cerámicas y acuarelas’ ofrece una emocionante visión de acequias y huertos, de palmeras y cauces con recodos por donde la huerta palpita. Cuenta el autor, con conocimiento de causa y pincel, que «los ríos y acequias son la sonrisa del paisaje». Segundo, porque añade a la muestra algunos rincones históricos que, si los políticos no despabilan, pronto pasarán a la historia. Y tercero, porque además completa la exposición, cuyo comisario es el erudito Miguel Olmos, experto en estas lides, con una colección de platos donde el arte de Cerezo, tras su paso por el horno, no pierde ni una pincelada de maestría. Este homenaje a su Murcia amada puede admirarse en la Salta Alta del Casino de la ciudad hasta el próximo viernes.

-Hace 44 años, vamos, anteayer, expuso en esta misma sala. ¿Eso qué supone para usted?

-(Risas). Vine a exponer al Casino por primera vez en una etapa en la que estaba buscando un lenguaje pictórico propio. Venía con una pintura casi experimental, pero con la mochila llena de expectativas e ilusión. Ahora, 44 años después, contemplo que me he ido construyendo un lenguaje propio y un universo de imágenes que abarcan desde el Camino de Santiago a los monumentos del sur de Italia, sin renunciar nunca a los paisajes de Murcia, sean urbanos, de la huerta o de los desiertos de Abanilla.

-¿Qué propone en esta ocasión?

-Es un retorno al paisaje cercano, ese con el que tenemos cierta vinculación emocional por ser donde vivimos cotidianamente y que, por ello, nos pasa desapercibido: la huerta, los cauces, los caminos con palmeras, las casas-torre y algunos aspectos del patrimonio urbano de Murcia.

-Aparte de los cuadros incorpora unos platos de cerámica, ¿cómo ha sido la experiencia de convertirlos en obras de arte?

-He llevado mis temas a la cerámica y he descubierto lo bien que dialogan cerámica y pintura. Es como si el plato estuviera esperando ese derrame del color en su superficie porosa que la absorbe rápidamente y lo incorpora a su materia. Me parece muy estimulante la expectativa de ver qué ha hecho después el horno con mi pintura. Siempre es una sorpresa.

-Supongo que es consciente de que algunos de los paisajes que pinta es posible que desaparezcan por la falta de protección.

-Sí. Y a veces siento cierta melancolía porque pienso que estoy pintando las últimas acequias, las últimas casonas o las últimas palmeras de la huerta de Murcia. ¿Podemos imaginar el horizonte de Murcia sin palmeras? Creo que todas las alarmas están encendidas. Algunas acequias son más antiguas que la catedral y se han sepultado bajo una losa de asfalto: un crimen. Como pintor que me encuentro con esta realidad creo que tengo la responsabilidad de pintar el patrimonio paisajístico que nos queda y ponerlo ante la sociedad para que se valore y se proteja.

-¿Cuál es el cuadro de sus sueños, el que aún anhela pintar?

-Un cuadro donde pudiera incluir las imágenes de Salzillo quemadas, los baños árabes desaparecidos, el palacete Ponce derribado, el edificio del Contraste de Santa Catalina, las norias vendidas como chatarra, las acequias sepultadas como cloacas, las choperas taladas… y tanto patrimonio víctima de ignorantes y malas personas.

-Tiene más razón que un santo, oiga. ¿Cómo se inspira para pintar?

-Siempre me inspira la realidad, algo especial que veo. A veces se trata de un solo detalle ya visto anteriormente, pero que un día cobra importancia. Me inspiran las luces de primera hora de la mañana o de final de la tarde cuando las sombras son alargadas y resaltan los detalles; especialmente las luces de otoño, cálidas y doradas, de cielos limpios. Y siempre los ríos y acequias que son la sonrisa del paisaje.

Fuente: http://www.laverdad.es/