La plaza San Francisco de Zaragoza cuenta con un monumento dedicado a la figura de Antonio Beltrán. El busto, esculpido por Paco Rallo en la que fue su última obra, mira hacia la Universidad de Zaragoza, institución a la que Beltrán dedicó gran parte de su vida profesional.
Antonio Beltrán fue doctor en Filosofía y Letras, licenciado en Derecho, catedrático de Arqueología, Epigrafía y Numismática, además de catedrático de Prehistoria y director del Museo de Zaragoza entre los años 1956 y 1974.
Aunque Antonio Beltrán nació en la localidad oscense de Sariñena en el año 1916, la ciudad de Zaragoza tiene que agradecer a Antonio Beltrán Zaragoza muchos méritos, entre ellos, sus desvelos por sacar a la luz el riquísimo patrimonio arqueológico de la ciudad y sus esmerados textos como CRONISTA DE LA CIUDAD, así como la idea de impulsar la ofrenda de flores a la Virgen del Pilar, una de las principales señas de identidad en Zaragoza y en el acto civil más multitudinario.
La cultura popular aragonesa debe a Antonio Beltrán, parte de su supervivencia, por este motivo, el Ayuntamiento de Zaragoza expresó su agradecimiento nombrándole hijo predilecto y concediéndole la Medalla de la ciudad.