CON LAS BOMBAS QUE TIRAN…

POR ANTONIO LUIS GALIANO, CRONISTA OFICIAL DE ORIHUELA

/  Archivo Municipal de Orihuela

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Estamos muy acostumbrados a ver como algunos tiran con pólvora del rey, en el más estricto sentido de dilapidar lo que no es suyo, y que como servidores de la sociedad lo han recibido de la misma. Encima, también nos tienen habituados a verlos jactarse con grandes dosis de prepotencia, orgullo y soberbia, sin detenerse a meditar que ellos por su propia conducta no tienen autoridad moral para recriminarnos, lanzándonos exabruptos que a nosotros al escucharlos nos deberían de resbalar, porque debemos estar por encima de ellos pasando olímpicamente. Es como aquel tanguillo que en su letra decía: «con las bombas que tiran los fanfarrones, nos hacemos las gaditanas tirabuzones», ratificando con ella que los franceses desde el mar al mando del almirante Rosilly y desde tierra capitaneados por el mariscal Soult, cuando lanzaban sus bombas en su trayectoria se quedaban cortas y no atinaban en los objetivos que se habían marcado.

Todo lo anterior nos viene a cuento en la trama que se vive en ‘Lola la piconera’, cinta cinematográfica de 1951 dirigida por Luis Lucia, y en la que Antoñita Moreno, la de ‘La sortija de oro’, a la siniestra de un oficial francés con los ojos vendados recorría las calles de Cádiz cuajadas de paisanos, mientras que entonaba la canción antes dicha. Con esa misma contienda como argumento, un año antes Juan de Orduña se recreaba en la dirección de ‘Agustina de Aragón’ interpretada magistralmente por Aurora Bautista, que arengaba a los maños al grito de «a la defensa». Estas dos películas que en la infancia me dejaron huella sobre la Guerra de la Independencia se vieron acompañadas por los sones de ‘El sitio de Zaragoza’ de Cristóbal Oudrid.

Con todo esto, si la memoria no me falla, ya que a veces me engaña, creo recordar que en mi época para los colegiales, el 2 de mayo Día de la Independencia, si no era festivo al menos era media fiesta, o bien se rememoraba la efemérides en la escuela. Para mí quedaron impresas esas hazañas a través de las imágenes del celuloide, que después cobraron vida entre las páginas de los libros teniendo como música de fondo la obra del citado Oudrid.

Pero si bien Orihuela vivió la guerra, tuvo la fortuna de hacerlo en retaguardia, sufriendo únicamente el acantonamiento de tropas con los consiguientes problemas de abastecimiento entre la población civil, así como la hospitalización de soldados que duró hasta el final de la misma. Sin embargo, los acontecimientos del levantamiento de 2 de mayo en Madrid y los fusilamientos en la madrugada del día siguiente, al igual que todas las noticias referentes a las circunstancias que los precedieron, llegaban a Orihuela, como era lógico, con relativo retraso. Eran recibidas de manera parcial por medio de comunicados oficiales, y otras veces desfiguradas por los viajeros que arribaban a la ciudad, o simplemente en forma de romances.

El mismo día 2 de mayo se reunió el Cabildo oriolano en sesión extraordinaria para felicitar al Rey por su advenimiento al trono, aunque era conocido el hecho de que estaba expatriado. Era la fecha en que el infante don Antonio fue trasladado de Madrid a Bayona, dándose la alarma de que los franceses querían llevarse a los infantes, desencadenándose una serie de hechos de los que fueron protagonistas los madrileños y gentes venidas a la capital del Reino desde otras provincias, iniciándose así la Guerra de la Independencia.

La noticia llegó a nuestra ciudad en la tarde del 8 de mayo, celebrándose otro cabildo al día siguiente, presentándose la copia de un bando expedido por la Real Audiencia del Reino que luego fue impreso y distribuido para conocimiento público, en el que, entre otras cosas, se minimizaba lo acontecido en Madrid, se pedía respeto al Ejército francés, así como tranquilidad para que reinase el buen orden. Esto último, en Orihuela aparentemente se dio en esos primeros momentos, aunque días después surgieron una serie de movimientos, probablemente no espontáneos motivados por intrigas, conversaciones y reuniones en la que cohabitaron elementos de la nobleza, eclesiásticos, artesanos, comerciantes y pueblo llano.

Asimismo entre la población existía malestar por el encarecimiento del precio del trigo al escasear este. Los rumores sobre la guerra que llegaban por medio de los forasteros, iban creando un caldo de cultivo que podría derivar en un levantamiento popular ante el temor de la llegada a nuestra comarca de tropas francesas que estaban cerca de Murcia. De nuevo, Carlos IV había sido asentado en el trono tras la abdicación de su hijo, y el 24 de mayo, martes, día del mercado semanal procedente de Cartagena llegó un correo extraordinario formado por el capitán de Artillería Manuel de Velasco y otros dos oficiales, siendo portadores de una misiva dirigida al conde de la Conquista, capitán general del Ejército y del Reino, en el que comunicaba el alzamiento de Cartagena a favor de Fernando VII.

Nada más conocerse el motivo de la posta, rápidamente, el pueblo se congregó capitaneados por el agrimensor Pedro Mengual de Comolo, el cual lo arengó para acudir a la casa del gobernador y mostrar la adhesión a Fernando VII y para que las autoridades secundaran esta actitud. Es en este punto cuando se produce el levantamiento popular en Orihuela, viéndose obligado el gobernador Juan de La Carte a celebrar un cabildo extraordinario en el que fue proclamado dicho Fernando VII, alzándose Orihuela contra el francés, y declarando implícitamente la guerra contra el mismo.

Así, en la historia de nuestra ciudad se comenzó a vivir con relativa calma esa contienda en la que las gaditanas se hacían tirabuzones con las bombas que lanzaban los gabachos.

Fuente: http://www.laverdad.es/

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