ABRIL, LOS ACTOS MIL

POR CARMEN RUIZ-TILVE, CRONISTA OFICIAL DE OVIEDO

Reapertura de la Cámara Santa.

Reapertura de la Cámara Santa. |

Andamos de continuos cumpleaños y tocaron este mes de abril las solemnes celebraciones del centenario de las llamadas Escuelas Blancas, que después de haber sido Grupo Escolar del III Distrito y de Altamira, tomó este nombre popular desde que en 1947 empezó a andar el nuevo y propio edificio, muy del gusto republicano desde el que había nacido, como ocurrió con las escuelas del IV Distrito de General Elorza, que se llamaron Pablo Miaja, luego Menéndez Pelayo y ahora vuelven a su primer nombre. También tiene ese inconfundible aire arquitectónico, lleno de espacio y luz, el Instituto Alfonso II, el antiguo masculino.

Las Escuelas Blancas se abrieron hace cien años en un local contiguo al que luego fue estación de autobuses, y su historia corre pareja a la historia de la ciudad porque aquella zona tiene mucho que ver con la traída de las primeras aguas de la zona de los Arenales, que bajaban por el caño del Águila a la zona de los palacios y de la Catedral.

En 1771 se abrió la carretera de Oviedo a León, por allí cerca, y la puerta Nueva fue lugar principal de entrada y salida a la ciudad, Magdalena adelante. San Roque y su capilla, con grandes fiestas en el siglo XVIII, acabaron en ruinas en 1809, como consecuencia de la famosa «Francesada».

Si la zona tiene que ver con la vida y con la fiesta, también la muerte es vecina, porque primero con San Cipriano, en lo que ahora es Prau Picón, y luego en San Salvador, los entierros siempre pasaron por la zona, que también es de San Lázaro, emparentada con la Malatería y las peregrinaciones, siendo como son La Manjoya y Oviedo primer capítulo del Camino de Santiago.

También fue famosa la zona por la feria de ganados, que en Oviedo estuvo de un lado para otro hasta que acabó por salir del concejo, cosa inaudita.

Todo esto y mucho más lo evoca el lugar de las escuelas de San Lázaro, que, crecidas en edad y sabiduría, tuvieron edificio propio en los años treinta del siglo XX, con la mala oportunidad de la Revolución del 34 y la Guerra del 36. Ahora, tantos años después, se hace centenaria en buena salud y da gusto recorrer sus estancias, sus exposiciones y la oportuna recreación de un aula de otro tiempo. Muchas caras conocidas, compañeros y amigos, tres generaciones de docentes unidos por el amor al oficio. Una idea y una gran ocasión la de celebrar, en las aulas y en el patio, algo tan importante como el centenario de una escuela pública que se llama Blanca por ser blanca y estuvo a punto de pintarse de azul.

Fantasmas. Es como si ya lo supiera desde siempre. Se formó una comisión municipal, para intentar desentrañar la maraña de la construcción del mastodonte que firmó Calatrava, con muchos ceros en las cuentas. Hubo ausencias notables y una anunciada por el talante del personaje, que ni siquiera se disculpó: ahí queda eso.

Cámara Santa. En contraste con el edificio de Calatrava, feo e inútil, está la Cámara Santa, mucho más antigua, mucho más hermosa, mucho más útil, mucho más nuestra. Incomparable y quizá sea sacrílega la comparación. Acaba de abrirse la Cámara Santa después de una minuciosa obra de puesta al día y es un regalo para la piedad, para el arte, para la historia, la sobriedad emocionante que allí se percibe, como si no hubiera pasado nada. Con la tranquilidad, la alegría y la gratitud de este tiempo nuevo se nos cruza inevitablemente en la cabeza el recuerdo de aquella mañana de agosto en la que nos supimos huérfanos, con las cruces y otros objetos masacrados por alguien que tuvo la posibilidad de hacerlo, fácil fechoría de la ignorancia cruzada con la codicia.

Fuente: http://www.lne.es/

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