EL ESCRITOR Y CRONISTA OFICIAL DE SANTANDER BENITO MADARIAGA REMEMORA SU RELACIÓN CON EL AUTOR DE ‘FORTUNATA Y JACINTA’ Y CON EL CENTRO MUSEÍSTICO DEDICADO AL AUTOR CANARIO, QUE CELEBRA ESTE AÑO SU MEDIO SIGLO DE EXISTENCIA

Casa Museo de Benito Pérez Galdos.

Casa Museo de Benito Pérez Galdos.

Mi primera relación con la Casa-Museo de Pérez Galdós en las Palmas se lo debo a la sugerencia que me hizo el profesor Francisco Ynduráin para que, como aficionado galdosiano de Santander, acudiera a Las Palmas al segundo Congreso internacional dedicado al novelista, imprescindible, a su juicio, para que yo completara mi libro escrito con la colaboración de mi mujer Celia Valbuena Morán. Ya para entonces lo tenía preparado con el nombre de Pérez Galdós. Biografía Santanderina, obra que se publicó en la citada ciudad en 1979 con un prólogo generoso de Joaquín Casalduero, al que entonces no conocía. En ese momento tomé contacto con el entonces director de la casa natal, Alfonso Armas, al que tanto deben los galdosianos españoles. Ello me abrió las puertas de la biblioteca del escritor donde pude consultar muchos documentos y escritos de don Benito referentes a Santander.

Hoy día, el trabajo en el archivo y biblioteca de la que fue la casa natal de Galdós resulta imprescindible para la investigación sobre todo de su vida, así como de sus amistades y actividades políticas.

Ni que decir tiene que recibí desde el primer momento las atenciones y simpatías tan comunes entre los canarios. A partir de este momento ya pude acudir a sucesivos congresos y presenté mi libro sobra la vida de Galdós en Santander, que tenía entonces el mérito de ser el único y más destacado sobre la estancia veraniega del escritor y la construcción de una casa camino del Sardinero, a la que llamó San Quintín. No se tenía entonces apenas noticias sobre el veraneo prolongado de Galdós con su familia en Santander y su amistad íntima con Pereda y Marcelino Menéndez Pelayo, aunque esa entrañable relación no estuviera libre de discrepancias políticas y religiosas con los dos santanderinos.

En la actualidad, el libro está un tanto superado, pero entonces después de la guerra, abrió a los lectores la vida de Pérez Galdós en Santander, tema del que no se sabía prácticamente nada y menos de su participación política como diputado republicano y en la coalición con los socialistas. Procuré entonces con la llegada de la democracia insertar en el apéndice los discursos, cartas y mensajes políticos que se desconocían sobre todo entre los nuevos galdosianos extranjeros. La Casa-Museo y Alfonso Armas me acogieron bien generosamente por cierto y ello favoreció la presencia canaria en varios encuentros santanderinos y mi familiaridad con los primeros directores de tan señalada Casa- Museo y los estudiosos entonces españoles y extranjeros sobre Galdós, como era el caso de Rodolfo Cardona, Peter A. Bly, Ricardo Gullón, Theodore A. Sackett , Sebastián de la Nuez, Corina Alonso, Rosa María Quintana, Yolanda Arencibia y los empleados y funcionarios de la Casa, por poner unos ejemplos. Todos me acogieron generosamente sin saber que yo procedía de ciencias y no de letras y que era el cronista Oficial de Santander. Joaquín Casalduero en el prólogo que escribió para el libro puso de relieve las dificultades con que tropezó Pérez Galdós durante la dictadura por ser republicano. Y esto hay que decirlo porque fue un autor censurado politica y religiosamente durante el franquismo, excepto en la lectura juvenil de Marianela (1878) en los colegios e institutos españoles de bachillerato.

Galdós se percató enseguida de la diferente formación de sus dos amigos, personas cultas, pero distantes de su posición política-religiosa. A Santander y su provincia los llegó a conocer gracias a los viajes en compañía de Pereda (Cuarenta leguas por Cantabria) y luego con una guía en la mano que le llevó a visitar los lugares destacados, tanto desde el punto de vista del paisaje, como de sus monumentos (palacios, casonas, iglesias, etc.). El clima en verano le encantó y lo mismo la amabilidad de sus gentes, pero le resultaba, entonces, una provincia muy vinculada a las derechas españolas.

Sus primeras novelas doña Perfecta (1876) y Gloria (1877) no gustaron en absoluto a sus dos amigos santanderinos por sus argumentos y ecos santanderinos. Pereda llegó a decirle por escrito a don Benito que estaba haciendo novela volteriana, juicio que le sorprendió a su autor por ser injusto y anacrónico. Menéndez Pelayo le introdujo sin titubeos en la parte de los heterodoxos de su tiempo y, lo que fue peor, escribió estas palabras que luego tuvo que rectificar cuando le presento en la Real Academia: «Hoy en la novela, el heterodoxo por excelencia, el enemigo implacable y frío del catolicismo, no es ya un miliciano nacional sino un narrador de altas dotes, aunque las oscurezca el empeño de dar fin trascendental a sus obras».

Don Marcelino como buen lector se percató enseguida de los ambientes santanderinos que aparecían en Orbajosa, a cuyos personajes retrató el escritor canario de forma criptográfica. Por ejemplo, Jacintito, muchacho precoz recién salido de la universidad, tenía cierta coincidencia con el joven santanderino.

Los estudios galdosianos referidos a Pérez Galdós y a la obra de Ricardo Gullón, Galdós, novelista moderno, y luego al citado libro nuestro incluyeron a Santander en los programas de la Casa-Museo y en algunos cursos de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, donde apareciendo publicaciones y exposiciones galdosianas sobre Santander. Pero aunque con cariño hacia el personaje, la región no se percató de que una parte importante de la obra de Galdós fue escrita en Cantabria desde novelas a episodios y teatro. En 1901 El Eco Montañés lo reconocía diciendo que Galdós era «casi nuestro». Pero las consecuencias de la guerra civil posteriores a su muerte, y su ideología republicana hizo que no se le defendiera oportunamente en su momento, lo que trajo como consecuencia que se perdiera San Quintín con todos los tesoros que encerraba (parte de su biblioteca, manuscritos, traducciones, cuadros y, sobre todo, el edificio que construyó que ya no existe). Gran parte de los muebles se salvaron porque los admitió Las Palmas de Gran Canaria, a pesar de que tampoco un buen obispo como Pildain le defendiera (si no lo contrario) recordando los estrenos de Electra. Sin embargo, El Cabildo y la casa Museo organizaron los congresos internacionales y las secciones de publicaciones y lograron la difusión de su obra y la publicación completa de su producción literaria apoyada por dos revistas importantes: Anales galdosianos e Isidora. La primera de ellas publicación de la Asociación Internacional de Galdosistas que fundó Rodolfo Cardona. La segunda, desde 2004 se debe a la gestión personal de su fundadora Rosa Amor del Olmo, prestigiosa autora del estudio completo del teatro de Galdós.

Benito Madariaga es escritor, cronista oficial de Santander y Galdosiano de Honor de la Casa-Museo de Pérez Galdós.

Fuente: https://www.canarias7.es/

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