EL CURIOSO MAPA DE SOMBRAS MURCIANAS

POR ANTONIO BOTÍAS SAUS, CRONISTA OFICIAL DE MURCIA

Los murcianos, gentes exageradas en lo tocante a las temperaturas, parecemos rusos de visita cuando se acerca el verano. Pero rusos de Siberia. Basta que el mercurio roce los cuarenta grados para que alguien asegure muy serio: «Hace más, pero mucha más calor que el año pasado». Y no es verdad. Este junio ha sido más fresco que el de 2023, cuando en su segunda quincena ya nos asábamos. Aunque ninguno nos acordemos.

– Qué bonito y murciano es exclamar: «¡Estoy ‘asá’!»

– ¿Y esos pueblos del campo llamados La Gloria, El Purgatorio y Los Infiernos?

La olvidadiza Murcia atesora, cosa extraña, no pocos términos relacionados con la calor, que en estos lares se invoca y escribe en femenino por mucho que se emperre en corregirme el asqueroso corrector del Word. Como también sucede con la ‘fosca’. La ‘fosca’ es otra imprescindible voz de esta Región que se mantiene viva y corre de boca en boca en pleno estío.

Para la Real Academia es una «oscuridad de la atmósfera». El diario ‘Las Provincias’ la describió mejor en 1887: Es «una inmensa gasa de niebla blanquecina: son los vapores de este inmenso pozo de calcinación», que es nuestra bendita y requemada tierra.

No hay cosa más democrática que la calor. Y hasta cariñosa. ¿No han oído aquello de «¡que calor más pegajosa!»? A todos enciende por igual. Sea uno albañil o sea aquél obispo que durmió una noche en su balcón.

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Tanto calor sofocó Murcia el 29 de julio de 1876 que, con todo lo eminencia que era, pasándose por el mismísimo solideo cuanto pudieran decir, ordenó que le prepararan, bajo pena de excomunión, la cama en el balcón del palacio. Y allí, aunque no cuenten las crónicas si en calzones, pasó como pudo la más asfixiante madrugada que en esta ciudad se recuerda.

Los termómetros ya habían alcanzado durante el día, sin más aire acondicionado que algún abanico, cuando no un trozo de cartón, los 47,8 grados. Pero a la sombra. Al sol se registraron 65 grados. Y no los anotó cualquiera, sino un catedrático de física, que algo de la materia entendería. Por la noche, el mercurio no descendió de los 34 grados, para desesperación general y del señor obispo.

De calores, sin duda, sabía el físico Olayo Díaz. Dos días después publicó en el diario ‘La Paz’ sus conclusiones sobre las altas temperaturas. Fue entonces cuando se conoció la medición de 65 grados al sol, aunque hoy no se acepte.

En otras latitudes, estas cosicas serían reclamos turísticos. Aquí solo nos sirven para quejarnos. Sí, Murcia es una ciudad olvidadiza y desmemoriada, quizá también por la pereza que provoca su asfixiante canícula.

Pongo por caso los toldos que estos días dan sombra a las calles. Ya hay cola entre algunos políticos para colgarse la medalla que otorga el título de Recuperador Oficial de los Toldos de Trapería. Aunque se vengan colocando desde que el Murcia estaba en Primera. Vamos, que hace cuando menos 600 años.

A propósito de sombras, cuenta el ilustre murciano Antonio Gómez Fayrén que conoció a un juez cuyo entretenimiento evidencia dos cosas. Una, el ingenio popular que atesora esta urbe. Y dos, lo desocupados que están algunos. Su señoría había compuesto, tras muchos años padeciendo agostos en la capital, un curioso mapa de sombras. Sí, señores. De sombras.

Tan sorprendente plano le permitía cruzar la ciudad de punta a punta sin que un solo rayo de sol le rozara la cara. Así que, en llegando agosto, el juez echaba mano de su callejero y allá que se dejaba ir, aunque fueran las tres de la tarde, a por el pan o al Casino.

– ¡Pijo, con cuarenta y dos grados!

– Los mismos que tiene la ginebra y de esos nadie se queja.

FUENTE: https://www.laverdad.es/murcia/ciudad-murcia/lamurciaquenovemos/curioso-mapa-sombras-murcianas-20240718110132-nt.html?fbclid=IwZXh0bgNhZW0CMTEAAR1-C0VcxwibOEM8cj__7vp1VtJ3Ww3bdamUWFvrxfJm57EcwO6uUBQxFi0_aem_rNkndbdZyIBoscxnL5Owsg

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