DON PEDRO GÓMEZ BARROSO, SÉPTIMO SEÑOR DE PARLA. I.

POR JOSÉ ANTONIO MATEOS CARRETERO. CRONISTA OFICIAL DE LA VILLA DE PARLA (MADRID)

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Pedro Gómez Barroso, séptimo señor de la villa de Parla, fue hijo de Garcí Barroso y de
doña Elvira de Córdoba y Ayala, viviendo en los reinados de Juan II, Enrique IV y los
Reyes Católicos.

Esteban de Garibay, cronista de los reyes Felipe II y Felipe III, en el tomo octavo de sus obras no impresas que se conserva en la Real Academia de la Historia, que corresponde al manuscrito C-2 de la colección Salazar, dice: Pero Gómez Barroso floreció en los tiempos del Rey Don Henrrique el quarto, siendo señor de la Villa de Parla en Madrid y de la dehesa de Calabazas y de otros muchos bienes en sucesion paterna…

Contrajo matrimonio con Aldonza de Ribera, hija del mariscal Payo de Ribera, con quien tuvo a Pedro Gómez Barroso, que murió en edad infantil; Garcí Barroso de Ribera, que falleció en edad juvenil sin sucesión; Payo Barroso de Ribera que sucedió en los estados paterno y materno; a Per Afán de Ribera que casó en Sevilla con doña María de Sandoval, hija de Pero Díaz de Sandoval y de doña Juana de Mendoza; María Barroso, que profesó como monja en el monasterio de Santa Isabel la Real de Toledo; Marquesa Barroso que lo hizo en el de Santo Domingo el Real de dicha ciudad, y Elvira Barroso que casó con Hernando Niño.

Tras la muerte de su padre el 8 de diciembre de 1456, se convirtió en el séptimo señor de Parla, villa del alfoz de Madrid, y de Calabazas y Torres, en la tierra de Toledo. Dos años después, en 1458, falleció su abuela doña Mencía de Fuensalida, viuda de Pedro Gómez Barroso, el segundo de dicho nombre, quien hizo testamento el 22 de junio, dejándole como heredero junto a sus hermanos Diego de Fuensalida y doña Mayor Barroso.

El 21 de febrero de 1459, el séptimo señor de Parla hace, como caballero toledano, el juramento y pleito homenaje al rey Enrique IV de Castilla que había sucedido a su padre Juan II, fallecido en Valladolid el 20 de julio de 1454. El resto de caballeros toledanos lo habían hecho el 6 de octubre de 1458, y el mariscal Payo de Ribera, su suegro, el 21 de enero de 1459. Dicen los cronistas que estudiaron su linaje que al principio del reinado del rey Enrique IV fue muy su privado, pero viendo que su suegro y sus parientes se hicieron partidarios del infante don Alonso, se pasó a ese partido para entronizarlo, siendo uno de los regidores caballeros de Toledo que más se esforzaron para conseguirlo hasta la muerte del infante en 1468.

Pedro Alcocer en su obra titulada “Hystoria o descripción de la Imperial cibdad de Toledo”, publicada en Toledo el año 1554, nos cuenta que, como tal caballero toledano, participó en las luchas banderizas entre los Silvas, partidarios del Conde de Cifuente, que defendían a los cristianos viejos, y Ayalas, partidarios del Conde de Fuensalida, que defendía a los cristianos nuevos o conversos, siguiendo la parcialidad de don Juan de Ribera, y de don Juan de Silva, conde de Cifuentes, parientes de su mujer doña Aldonza de Ribera.

Participa, por tanto, en las confederaciones que se hacen entre los señores de Toledo, una celebrada el 17 de febrero de 1469, en la que estuvieron presentes su suegro Payo de Ribera y su cuñado Per Afán de Ribera. Ese año, el 28 de octubre, muere su primogénito de su mismo nombre.

En 1476 tiene que resolver un pleito con los monasterios de San Pedro Mártir y su prior fray Juan de Arce, y Santo Domingo el Real, y Juan Fernández de Oseguera, su procurador, con los que firma, el 26 de octubre, una carta de compromiso en el que se deslinda la dehesa de Calabazas, obligándose a aceptar las sentencias sobre su propiedad, acuerdo que incumplirá más tarde su hijo Payo Barroso de Ribera.

Tras la muerte de Enrique IV participó en la guerra por la sucesión a la corona de Castilla poniéndose de parte de Isabel la Católica. Al comienzo de este reinado se prosiguió un viejo pleito entre la ciudad de Toledo y el Duque de Béjar sobre el Condado de Velalcázar y, para seguirlo, la ciudad comisionó, como persona de valor, ánimo, prudencia y conocimiento a Pedro Gómez Barroso, lo que hizo dice el cronista
“con gran satisfacción de la ciudad y entereza de la justicia”.

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