LA JÁBEGA

POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)

Barca de jábega

Bárca de jábega

La Real Academia de la Lengua Española define la palabra Jábega, como una embarcación ligera o empalizada de cañas o madera, que fue utilizada hasta mediados del siglo XX en los litorales marinos y, también, en los meandros de los ríos.

La palabra jábega también llamado cazarete, marengo o jabequero, proviene del árabe sabaka; cuyo significado equivale a arte de pesca. Por tanto, la jábega es un arte de red que utilizaban los cazaretes para la pesca.

En Ulea, hasta el año 1949, los pescaderos profesionales, personificados en la familia Yepes (los abuelitos), la utilizaban en los meandros del río Segura a su paso por el límite sur del pueblo; tales como: el Azud, el Golgo y la Morra.

En dichos parajes, sus antepasados, de los cuales heredaron el oficio de pescadores fluviales utilizaban unos tablones de madera, o unos haces de cañas en forma de empalizada que, accionaban por medio de remos o palas artesanales, con el fin de dirigir la jábega, hacia la zona de pesca y, una vez allí, lanzaban sus artes de red, obteniendo una pesca abundante.

Para esta pesca fluvial, hasta el año 1940, los pescadores uleanos utilizaban el palangre, pero, con el uso de la jábega la cantidad y calidad de la pesca era más abundante y, sobre todo, con mucho menos esfuerzo.

El abuelito padre, describía con nostalgia qué, su padre construyó, con unos maderos artesanales, una ligera barquichuela de remos que utilizaba para posicionarse sobre el río Segura, a la altura de los meandros del Golgo y del Azud.

Al ser de poco peso y la distancia corta, la transportaban con facilidad y, siguiendo las consignas de los guardas carabineros de las aguas fluviales, solamente la utilizaban cada 15 días, con el fin de preservar el criadero, al usar redes con la suficiente abertura que condicionaba la pesca de los peces de mayor tamaño y devolvía al río los de mediano y pequeño tamaño. Habían llegado al acuerdo, con las autoridades ribereñas, de utilizar la jábega y sus artes de pesca, cada 15 días, de forma alternativa. La vigilancia era frecuente y minuciosa, hasta el punto de que revisaban la pesca y, si había alguna pieza menor, se la decomisaban, les denunciaban y les sancionaban con no pescar durante un mes. Si llegado el caso, fueran reincidentes, serían multados con una cantidad dineraria equivalente al fraude ocasionado.

Siendo un niño de corta edad, tuve la ocasión de contemplar a la familia Yepes (los abuelitos) reparando las maderas de sus jábegas así como lanzando sus redes de pesca montados en las mismas, sobre la superficie del río Segura, a su paso por Ulea.

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