¡¡QUE VIENE LA OLA… DE CALOR!!

POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)

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La AEMET nos alerta para estos días de julio ante la «ola de calor» que se avecina. Sus consejos son sencillos y fáciles de seguir: uso de ropa ligera y suelta; beber agua y zumos; no ejercer actividades físicas fuertes en las horas centrales del día; no exposición continuada al sol,… COMIDAS SUAVES, FRESCAS Y POCO ENERGÉTICAS.

Fue hace unos años cuando un grupo de escritores de turismo, invitados por la Consejería de Turismo de Andalucía, visitamos Málaga; y en Málaga, el Balneario de Aguas Termales de Carratraca, hotel de vieja historia donde encontraron días de descanso personajes tan ilustres como Lord Byron y la emperatriz Eugenia de Montijo.

Era un día de calor casi insoportable y nos obsequiaron, con afán de refresco, con un exquisito y frío AJOBLANCO.

Allí nos explicaron cómo este plato era un manjar típico andaluz y muy adecuado, en días de verano, para los trabajadores del campo.

¡De cuna andaluza, nada de nada!, repliqué.

¿Tienen una Biblia por ahí? Tráiganmela y se lo demuestro.

La tenían. La abrí por el Libro de Ruth, capítulo 2, versículo 14, y leí: «A la hora de comer dijo Boz a Ruth: Acércate acá, come y moja tu pan en el vinagre».

He aquí, expliqué, cómo en este «moje refrescante» tenemos la cuna hebrea del ajoblanco.

Me tomaron a chirigota diciendo: «Lo que no sepa este Fidalgo…».

El AJOBLANCO, comida de pastores y de campesinos, es plato andaluz, castellano-manchego y «muy extremeño», como así me explicaron con suma amabilidad y cariño en el Restaurante EL TRÉBOL, de Monterrubio de la Serena.

Plato de aparente fácil ejecución, pero no.

Requiere un buen pan de hogaza con mucha miga, asentado de dos o tres días y entero («no encentado», se decía antiguamente).

Hay que hacer un majado de ajos, sal y miga de pan humedecida en agua con unas gotas de vinagre, en un cuenco de madera de encina, de fresno o de olivo, hasta lograr una pasta fina. Luego, poco a poco, se suma aceite a la vez que se revuelve girando «a la izquierda» con el machote del mortero cuidando que la masa no se «emborrache» con el aceite, sino que forme una emulsión perfecta tipo mayonesa, capaz de «pegarse» al machote del mortero y evitar que se caiga si se voltea el cuenco.

En ese momento se agregan agua y un toque de vinagre, mezclando bien, y se vierte en una sopera donde hay sopas de pan, trocitos de melón o de sandía, uvas… o nada.

Debe servirse muy fresco.

¡Ah! Si desean la fórmula «en verso», les recomiendo la lectura del poemilla «Ajoblanco», de Alfonso Canales o el soneto al «Ajoblanco rondeño», de Miguel Coronel.

Y después del AJOBLANCO, ¿qué?

Pues eso: vean la foto.

Un sandwich de huevo (de gallina de aldea, claro) frito.

Fue mi cena de ayer noche.

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