LOPEZ NAVIA EN LA DIPUTACIÓN DE SEGOVIA, CON “ARTE NUEVO” DE HACER POESÍA Y FILOSOFÍA • PRESENTACIÓN DE SU ÚLTIMO LIBRO EL 19 DE NOVIEMBRE DE 2013

POR APULEYO SOTO, CRONISTA OFICIAL DE BRAOJOS DE LA SIERRA Y LA ACEBEDA (MADRID)

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Que López Navia es un artista, nadie lo dude. Un artista de la palabra escrita, que es la que queda. Lo sé desde el primer día que le conocí, allá por el dos mil redondo en que se iba a acabar el mundo, pero el mundo siguió tan turbio como siempre, y sigue él, Santiago, tan hondo y sensitivo, en estos tristes tiempos desasosegados, con un “Arte Nuevo” en papel a nuestra disposición.

“Arte Nuevo” ¿de qué?, ¿de hacer comedias y tragedias?, ¿de hacer novelas? No. Aunque Lope y Cervantes yacen en los sótanos fértiles de su alma profesora…, no.

De hacer poesía y filosofía conjuntamente, sí. López-Navia es un poeta-filósofo socrático, platónico, aristotélico, senequista y epicúreo en su más exacta expresión y acumulación de sentidos, un alma en llamas fundida en un cuerpo ascético, un montón de trigo de palabras escogidas y ordenadas con la rectitud de una regla; la regla o pauta de la musicalidad. Santiago reproduce la escritura y vida de sus predecesores y semilleros, y es todos ellos y ninguno porque el precipitado que consigue es propio e intransferible. Yo no me pierdo nunca sus enseñanzas clásicas, como las que recogió en unos Estudios de Retórica, que van de Homero a Cicerón, Juvenal y Quintiliano, entre otros muchos imprescindibles autores magistrales. Si no fuera por las bibliotecas…¡Ay, Alejandría, cuánto perdimos en tu hundimiento de papiros!

Estamos ante un Maestro de la esgrima mental y sentimental. Porque corazón no le falta tampoco a este cervantino de la escuela de Martín de Riquer, que escribe como piensa y piensa como habla, con el don de la libertad bien amarrado, el don más preciado según el alcalaíno.

Como un bondadoso Cristo fue crucificado Santiago por la displicencia cerrada y absurda de un claustro académico necio, y le supura aún la cicatriz. El resultado es el “Kempis” que nos ofrece.

“Arte Nuevo” es un libro herido, -“con tres heridas vengo…”, etc, Miguel Hernández- libro herido y breve, pero inmenso. Lo pequeño es grandioso en él. Lo personal testimonial es extensivo a lo universal. Caben en un hombre solo todos los hombres del mundo. Juan Ramón Jiménez, por el Platerillo de Moguer, ya está en los cielos literarios del Nobel.

En ese libro mínimo, pero precioso, “Arte Nuevo”, López Navia respira por el dolor de un abandono sin causa. Abandono del claustro de IE universidad, que no le permitió continuar su magisterio catedralicio cuando esa tropa opusdeística, pseudocientífica y pseudoeconómica tomó al asalto el sagrado monasterio de Santa Cruz la Real, donde asentaba sus reales experiencias la SEK-Segovia internacional.

De la realidad brota el arte que la transfigura y sublima, y así sucedió en el caso del invitado de la Diputación, cauterizada ya la sangre tormentosa con el bálsamo del poema.

Por el agravio sufrido, merecía nuestro autor gallego-segoviano un desagravio: el que hoy le damos nosotros aquí, y no le dieron sus compañeros, engreídos y desagradecidos. Allá ellos; sin humanidad, sin Humanidades, la Institución resulta vacua de contenido, no tiene sentido ni sensibilidad.

Constriño para ustedes, oyentes empatizados de esta tarde, el índice de la editorial Vitrubio que publica el poemario de Santiago López-Navia, previamente galardonado con el Primer Premio Villa de Sonseca 2012:

Reza así: Arte Nuevo del desarraigo, Arte Nuevo de encajar los golpes, Arte Nuevo de lamerse las heridas, AN de la despedida, AN de la decepción, de la amargura, del error, de no ir a ninguna parte, de no mirar atrás, de no darse cuenta, de la constancia, de la lucidez, de la paciencia, de la revelación, de esperar días mejores…Los días mejores llegaron al fin, al encontrar acomodo el profesor poeta en un colegio de primera fila, en el que imparte su saber cotidiano.

He aquí, pues, a un epicúreo senequista en la granazón de la madurez. Sin ira y sin desaliento. Con templanza y moderación. Con serenidad acompasada. Con orgullo y sin prejuicios ni pasión. Con honestidad testimonial. Con torería de primer espada de las letras. Con ensimismamiento, pero sin decaimiento. Con altura de miras y conceptos. Con descargo de conciencia. Con honra y libertad de exposición. Con seguridad en sí mismo ante los demás. Tímido pero valiente. Tan presente como ausente. Él siempre reside en sí mismo, como un roble que es consciente de que lo es. Recio. Recto.

Ya que he mentado su traumática ruptura con la universidad a la que ayudó a crear y prestigió entregándole, casi regalándole, sus mejores años, voy a añadir algunos versos estoicos que testimonian mi aserto, un aserto que él hubiera preferido que me callara por la dignidad de caballero que le adorna.

Tomad nota:

“Es tiempo de quemar todas tus naves
y hacerte al mar a nado”.

“Ceder, guardar silencio, resignarme,
rendir las armas y quedarme quieto
hasta que vuelva el sol y no haga frío”.

“Acepta como un don, quizá un estigma,
que apenas se dolieran de tu herida
algunos cuya herida hiciste tuya”.

“Desoye la lección de los imbéciles
peritos en traición y golpes bajos”.
No ser como ellos son será el desquite.
No hacer lo que ellos hacen, tu triünfo”.

“¿Por qué decir adiós? Baste el silencio.
¿Y a quién decir adiós?
Mejor que no haya quién, que no haya cuándo,
ni dónde ni por qué. Mejor marcharse
sin levantar el polvo y el rüido”.
“No vuelvas la cabeza ni te pares.
Lo que dejaste atrás te sigue el rastro.
Cumple siempre beber los posos acres
sin miramientos ni contemplaciones.
Observa cómo el tallo de la espiga
resiste contra el viento
y cómo vuelve el río desviado
a reclamar su lecho”.

Y se marchó. De los aplausos y las insidias…se marchó, porque a veces “lo más sabio es conformarse”.

Y dijo después:

“Vendrán días mejores, convocados
por la magia tenaz de la alegría,
como si el centro mismo de la noche
guardase su semilla hasta la aurora”.

La aurora, el resurgimiento, que es el que nos ofrece hoy, en este libro de guardas negras brillantes: un tesoro de purificación.

Así salieron y se alzaron sobre sí mismos: Job, probado por Dios, con su libro bíblico bajo el brazo, San Juan de la Cruz, tras descolgarse de la cárcel de Toledo, con sacos de poemas engullidos en la noche oscura del alma, y Fray Luis de León, condenado por el Santo Oficio por verter al castellano el Cantar de los cantares, para escribir luego, junto al Tormes salmanticense:

“Aquí la envidia y mentira
me tuvieron encerrado.
Dichoso el humilde estado
del sabio que se retira
de aqueste mundo malvado.
Y con pobre mesa y casa
en el campo deleitoso
con solo Dios se compasa
y a solas su vida pasa
ni envidiado ni envidioso”.

Hoy le escuchan a Santiago López-Navia sus discípulos del Trinity College en San Sebastián de los Reyes, Madrid, con la veneración debida a un vate de la lengua, a un paidólogo de la enseñanza, a un conductor de los hombres del mañana…, que ese mañana sea pronto, ¡ya!.

He hablado solo del fondo, un fondo triste o al menos resignado, la vida tiene estas caídas, y la poesía de Navia es un ejemplo de superación. La verbalización arbórea del conjunto unitario, quizá, binario, es intachable también, sin reparo alguno en su endecasilábica sonoridad. Démosle, pues, un sostenido aplauso.

Gracias, gracias. Termino mi presentación con un romancillo un poco desgalichado, pero sincero:

ELEGÍA DEL DESASIMIENTO

Te tuviste que ir,
porque te echaron
con el silencio incómodo
del claustro, ¡oh Santiago
mataimbéciles
a destajo!
Te tuviste que ir,
y cuán aciagos
fueron los días
de reencontrar trabajo.
Trinity College te acogió.
¡Feliz él, y cuán anchos
sus paisajes, sus aulas,
sus estantes, sus patios!
Allí te veo.
Campo, campo, campo…
para mirar los árboles,
para pensar despacio,
para escuchar la música
callada de los astros,
para soñar despierto,
para templar el ánimo,
para tañer la cítara
y sumerger el cálamo.
No hay vuelta atrás;
ni puto caso
a quien no supo
valorar que tu mano
era más diestra que ellos,
diestros en el fracaso.
Con tu “Arte Nuevo”
cierras el paso
a la vulgaridad…,
yo te acompaño.
¡Felicidades, chico;
en segoviano, majo!
“Vendrán días mejores,
será un buen año,
cantarán sirenas,
habrá alfombras de prados;
erguido, vertical, constante…
te sentimos humano,
y a fin de cuentas
salimos ganando.
No te pares, amigo,
te seguimos el rastro iluminados.

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