LA SIESTA TEMA DE DEBATE EN UN PLENO EN 1902

POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)

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En una sesión ordinaria del Ayuntamiento de Ulea del día 27 de abril del año 1902, en el capítulo de ruegos y preguntas, se debatía el tema de: la siesta en Ulea para salvaguard entre los meses de mayo hasta finales de Septiembre, ambos inclusive, coincidiendo con la época de calor y las tareas más laboriosas de los campos y huertas de nuestro municipio.

El Alcalde Damián Abellán Miñano que había abierto la sesión con otros temas, al llegar a ruegos y preguntas, escucha la sugerencia del primer teniente de Alcalde Juan de la Cruz Abenza Ruiz, sobre el grave daño que se les hace a los agricultores y ganaderos uleanos que comienzan sus tareas de madrugada, con el fin de mitigar los fuertes calores del estío, y precisan descansar durante las horas de la siesta; para lo cual solicitan de la colaboración del resto de los uleanos, con la finalidad de que guarden silencio durante esas horas, moderando cánticos, sobre todo a los arrieros, cuando deambulaban por las calles, vociferando a sus reatas y sonando los cascabeles de las bestias; que llevaban prendidos en sus cabezales.

A dicha sugerencia qué, en principio, parecía peregrina y que, desató las risas irónicas de los miembros del consistorio, presentes en dicho pleno del Ayuntamiento, se unieron las del resto de concejales: Julián Carrillo Garrido, Blas Carrillo Benavente, Antonio Tomás Sandoval, Julián Valiente Melgarejo, Santiago Valiente Carrillo, José Tomás Moreno y Francisco Ramírez Moreno.

Ante esta solicitud, el Alcalde Damián Abellán Miñano ordenó al Secretario del Ayuntamiento Juan Susarte Requena que lo hiciera constar en Acta como decreto no escrito ya que dicha sugerencia no figuraba en el Orden del día.
Se consideró oportuno hacer guardar el silencio en las calles de Ulea, desde las 13 hasta las 16 horas; parla que los trabajadores, marcharían a reanudar los trabajos correspondientes a la época estival.

Aunque dicha petición no se imprimió en ningún edicto, si se ordenó a los funcionarios del Ayuntamiento Jacinto López Carrillo y, posteriormente, a Francisco Vicente Abenza (de oficio barrenderos, enterradores y pregoneros), para que divulgaran mediante pregones callejeros dicha sugerencia.

En el bando del Ayuntamiento se reclamaba el derecho al silencio, del que ya escribió Leopoldo Alas Clarín en el inicio de “La Regenta”: La ciudad laboriosa que dormía la siesta”. Sí, Ulea que, a principios del siglo XX, oscilaba entre 1450 y 1500 habitantes, pedía a sus ciudadanos que respetaran el horario de la siesta, prometiendo extenderla a todos los meses del año, aunque como es lógico cambiando el horario.

Tomamos buena nota de los pregones del Ayuntamiento al hacer ejemplar el dicho de Schopenauer de que la inteligencia es una facultad humana inversamente proporcional a la capacidad para soportar los ruidos. Por su parte, un viejo editorial periodístico decía: El ruido no hace bien y, además, el bien no hace ruido.

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