JUAN MELÉNDEZ VALDÉS Y LOS ANTECEDENTES DE LA NOVELA POLICÍACA.

POR MARTÍN TURRADO VIDAL, CRONISTA OFICIAL DE VALDETORRES DE JARAMA (MADRID)

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1.- Introducción: la literatura de sucesos

Todos sabemos que el origen de la novela policíaca se encuentra en el cuento de Edgar Allan Poe, Los crímenes de la calle Morgue, publicado en 1841 en un contexto netamente romántico. Pero su nacimiento no se produjo de forma repentina: fue fruto de la evolución de un género literario, la literatura de sucesos, que abracaba un amplio espectro. Vamos a dar una ligera idea de su cultivo en España, que no fue sino un reflejo de lo que ocurría en Europa y del papel que jugaron en estos unas intervenciones de Juan Meléndez Valdés con motivo de dos casos ocurridos en Madrid en 1797 y 1798.

Como se podrá comprobar hubo interrelación entre diversos países debido a que se tradujeron muchos libros de todos los subgéneros de unos idiomas a otros. Fue un literatura muy popular, constituyendo el verdadero antecedente de la novela policíaca.

No se incluye entre esos antecedentes a la novela picaresca porque tiene un marcado carácter autobiográfico al centrarse en la narración de la vida del pícaro. Esta casi siempre lleva en el título o el nombre de su protagonista o algo que hace alusión a él (El Lazarillo de Tormes o La Lozana andaluza por ejemplo). De igual forma, tampoco se pueden incluir a otras obras como las de Avisos tan populares en siglo XVII, porque, en este caso, el protagonismo es para la ciudad donde ocurren los sucesos.

Tal cosa se observa en los más célebres de ellos, los de Barrionuevo: basta con leer alguna página para convencerse de que lo importante es reflejar la vida cotidiana de una ciudad (Madrid) a través de los sucesos.

2.- Literatura de sucesos.

En esa etapa del romanticismo, nos encontramos con una tradición ya larga en Europa de literatura de “sucesos”, aunque nuestra atención se centrará únicamente en España. Abarcaría ésta varios subgéneros: la literatura de cordel; las causas célebres; relatos de delitos y de su persecución y alegatos ante tribunales tanto de fiscales como de abogados.

a) La literatura de cordel, estudiada profundamente por Julio Caro Baroja, toma un auge cada vez mayor a partir de mediados del siglo XVIII. Se llamaba así a este tipo de literatura porque los recitadores de estos romances los vendían en pliegos que colgaban de un cordel.

Dentro de ella destacarían los romances de ciego. Sus temas eran crímenes, asesinatos, robos, amoríos, milagros, vidas de bandoleros, sucesos extraordinarios…Su contenido no se limitaba únicamente a los sucesos, pero es indiscutible que, gracias a ellos, el gusto por las narraciones truculentas y sucesos extraordinarios se extendió y arraigó en un público, que no sabía leer ni escribir.

b) Las causas célebres comenzaron a coleccionarse y a publicarse en Francia también a mediados del siglo XVIII. A España llegaron con un siglo de retraso, siendo la colección más célebre la de Caravantes, Anales dramáticos del crimen con cinco tomos, el primero de los cuales se editó en 1859. Tuvieron una enorme repercusión y fueron imitados hasta la saciedad, apareciendo colecciones regionales de estas causas –hemos leído las referentes a Valencia-.

c) Los relatos de sucesos, sobre todo timos y estafas tienen también su peculiar recorrido. Comienza en el siglo XVIII con la historia de los tunos y sigue en España con la publicación en 1821 de la Historia de los zorrastrones, en la que se relatan una serie de hechos truculentos en los que siempre y por los métodos más inverosímiles, alguien resulta perjudicado económicamente.

Contrapuestos a estos relatos, aparecen otros del estilo del Arte de robar o manual para no ser robado de Dimas de la Camándula en el que se pretende evitar que alguien sea sorprendido por los timadores mediante la divulgación de sus “modus operandi”. El autor recurre a narraciones inverosímiles, que dice extraer de periódicos franceses, pero estos relatos son mucho más truculentos y retorcidos que los contenidos en la Historia de Zorrastrones.

d) El de los alegatos es con toda seguridad el más interesante de los que pretendemos analizar en esta entrega. Por el mucho morbo, hubo alguno de estos alegatos de los abogados o de los fiscales que tuvieron una especial incidencia en la opinión pública hasta el punto de lograr que se publicara. El primer tomo de ellos se editó en 1838.

3.- Los discursos forenses de Juan Meléndez Valdés.

Justamente es en este punto donde nos topamos con un personaje muy conocido por su poesía: Juan Meléndez Valdés (1754-1817).

Es un aspecto muy poco conocido de la personalidad de este extremeño ilustre, adscrito en la historia de la literatura a la escuela de poesía de Salamanca, en cuya universidad cursó sus estudios de derecho. Gracias a ellos hizo carrera –muy brillante por cierto- en el campo jurídico, llegando a ser nombrado fiscal de la Sala de Alcaldes de Casa y Corte –el Tribunal Supremo de entonces-, cargo ocupado por juristas de muy gran prestigio.

Al poco tiempo de su muerte, en 1821, el mismo año de La historia de los zorrastrones, se publicó una obra suya titulada Discursos forenses, que comprende: cinco acusaciones fiscales, alegatos en cinco juicios en los que participó siendo ya fiscal de la Sala de Alcaldes de Casa y Corte; dos dictámenes, informes, que tuvo que realizar como parte de su función consultiva, importantísima por cierto y dos discursos –disertaciones- y parte de otro. Los dos primeros sobre un pleito de esponsales y el segundo con motivo de la apertura de la Audiencia de Extremadura en 1791.

La parte del tercero que se conserva versa sobre “la mendiguez”.

En las acusaciones fiscales se muestra su verdadera dimensión de hombre ilustrado tanto por la erudición demostrada como por los nuevos conceptos que manejaba y el intento de humanización del derecho penal que subyacía en sus propuestas con una mayor adecuación de las sentencias al tipo de delito cometido, con la consiguiente suavización de las penas. Valga como muestra de esto último una cita extraída de la acusación fiscal en el robo de joyas de la Virgen de la Almudena:

“Un robo que siéndolo sin foradamiento, sin fuerza armada, ni sangre, ni muerte, sin arrancar al mercader o al trajinero el capital del que viven, sin privar como tantos otros del fruto de su sudor y de una generación entera de trabajos y afanes al labrador aplicado y pacifico, y abismarle tal vez en la mendicidad con su numerosa familia, no parece ante un corazón compasivo digno de tan riguroso escarmiento (la pena de muerte)”

4.- Dos juicios célebres

Hubo dos intervenciones memorables de Meléndez Valdés que motivaron la recogida de esas piezas jurídicas en los Discursos forenses. Se trata de la acusación fiscal “contra Santiago de N. y María Vicenta de F., reos de parricidio alevoso de don Francisco de Castillo, marido de la Dª María” pronunciada el día 28 de marzo de 1798 en la sala segunda de los Alcaldes de Corte. Un crimen por encargo: la esposa se valió de un primo suyo para matar a su marido. La otra, de fecha 21 de mayo de ese mismo.

año, en el juicio por robo contra Manuel G., acusado de robar joyas y diamantes y perlas de la Virgen de la Almudena por el “modus operandi” conocido en el argot policial como el “encalomo”.

Ambos casos, por curioso que pueda parecer, se complementan y sirven para mostrarnos las facetas humana e intelectual de nuestro poeta. En el primer alegato recorrió toda nuestra legislación histórica para incidir en aquellas circunstancias que lo agravaban y lo hacían especialmente repelente ante la opinión pública. En el segundo, por el contrario, lo hizo a través de las circunstancias atenuantes para impedir que se impusiera al reo la máxima pena –la de muerte-. La dimensión intelectual se puso de manifiesto porque en los dos alegatos se encuentran influencias de los mayores penalistas y filósofos del siglo XVIII: Beccaria, Pestalozzi, Locke, Rousseau.

El primero de ellos tuvo una gran repercusión. La opinión pública todavía no estaba demasiado acostumbrada a que se cometieran crímenes por encargo en una sociedad patriarcal y cerrada. Era inaudito que una mujer encargara a otro la muerte de su marido. Años después el crimen de la calle la Justa (28 de julio de 1861), en que el marido encargó a otros el asesinato de su mujer demostró que la sociedad madrileña seguía pensando de una forma parecida.

El morbo del caso y el enorme impacto causado por el alegato en el juicio por Meléndez Valdés hicieron que corrieran copias más o menos fiables incluso impresas no solamente por Madrid sino también por muchas más ciudades. Esto motivó que después de la muerte del autor se ofreciera al público, que continuaba demandando el texto del alegato, una versión conservada entre sus papeles y se publicara en los Discursos forenses en 1821. Después, en 1838 se incluiría en la colección de causas más célebres en el Tomo I dedicado al foro español en primer lugar.

El segundo alegato en importancia tuvo mucha menos repercusión, aunque su lectura no resulte hoy menos interesante. Más arriba lo hemos citado como ejemplo de cómo Meléndez Valdés propugnaba, siempre que tenía ocasión, la adecuación de las penas a la gravedad de los delitos y a las circunstancias atenuantes que pudiera rodear su comisión. En el caso del robo de las joyas de la Virgen fueron la confesión espontánea del reo; la devolución de la mayor parte de las joyas robadas y el arrepentimiento demostrado al colaborar con el Alcalde de Quartel, el equivalente al Juez de Primera Instancia, que llevó a cabo la investigación. Por todo ello creía que la aplicación en este caso concreto de la pena de muerte por garrote resultaba a todas luces “excesiva y hasta monstruosa”.

5.- De los alegatos a la novela policíaca

Así fue como se preparó el terreno para dar paso a la novela policíaca: la literatura de sucesos, pero, especialmente, la publicación de los alegatos, había suscitado un enorme interés por estos temas, que tenían más aceptación cuanto más truculentos y misteriosos resultaran. En este último punto, el de los alegatos fiscales, resultó determinante en la España del XIX la figura de Don Juan Meléndez Valdés.

En ellos el crimen se daba resuelto y se tomaba el esclarecimiento del delito como punto de partida. Este tipo de literatura relacionada con asuntos judiciales existió también en Inglaterra y en Estados Unidos, hasta el punto que parte de ella fue traducida al español y publicada en España y en Méjico.

Pero de ahí a invertir el orden y describir primero cómo se llegaba al esclarecimiento del crimen a través de una investigación policial o detectivesca solamente había un paso: justamente fue el que dio Edgar Allan Poe a partir de la literatura de sucesos en inglés. Él partió de la investigación de un crimen para llegar a saber quién era el autor. El esclarecimiento se producía siempre basándose en la reconstrucción de los hechos: desde la mera narración se llegaba a saber quien había sido el autor.

Lo más importante en esta primera fase de la novela policíaca era fijar y definir muy bien los hechos, porque en ello iba implicado el final correcto de la investigación. De esta forma se llegaba, tras un largo recorrido investigador a una narración de los hechos exactamente igual a la que hacían los fiscales en sus alegatos como punto de partida.

Es precisamente esa inversión de los puntos de partida lo que haría posible que un autor actual partiendo de los hechos relatados por Juan Meléndez Valdés pudiera escribir sendas novelas policíacas. A buen seguro que tanto en el caso del robo de las joyas de la Virgen de la Almudena como en el del asesinato por encargo de Francisco de Castillo podían resultar obras muy interesantes.

6.- Conclusión

Sería un disparate pensar que la obra de Juan Meléndez Valdés influyó lo más mínimo en la de Edgar Allan Poe. No ese esta la conclusión a que se quisiera llegar en este artículo, que como mínimo sería errónea. Se ha intentado llevar al lector a hacer un recorrido breve por la literatura de sucesos para hacerle ver que el paso desde ella a la novela policíaca fue algo normal en la evolución de la literatura. Hemos intentado dar una visión panorámica de ella en España, porque creemos que es algo interesante para todos. Y es en este momento y en este punto donde cobra su importancia las acusaciones fiscales de Meléndez Valdés, porque están en la base para producir obras originales y traducir otras similares francesas e inglesas.

Dentro de este punto de vista se muestra como crucial el asesinato de Francisco de Castillo y la intervención de Juan Meléndez en el juicio. La fama adquirida por su acusación fiscal y la presión para que fuera publicada originó un aluvión de literatura se llamasen Anales dramáticos del crimen o colección de causas célebres. Fue una consecuencia indeseada de esa intervención. La repercusión de un hecho ocurrido en Madrid transcendió con mucho a su misma importancia.

La tradición judicial inglesa, transplantada a Norteamérica hizo más fácil el transito desde estos alegatos judiciales a la novela policíaca, pero tuvo que ser alguien dotado de mucho talento literario quien lo descubriera. Este el mérito de Edgar Allan Poe.

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