CONEJO AL GÜISQUI

POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)

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Primera confidencia.

Verán ustedes, como yo no se hablar en «pixuetu del norte», que así dice al inglés un amigo mío, pues escribo como escribo y ustedes me entienden.

Y digo «güisqui», ¡qué caray!

Otra confidencia.

Todos saben que entre mis «amores secretos» (Grace Kelly, por ejemplo), Sara Montiel (la «Gran Saritísima») ocupó un lugar preferente.

«La Violetera», película y canción, fueron para mí, emblema y bandera.
(¡Qué viejo cursi soy!).

Así empezaba esa preciosa canción (mejor cuplé) a la que puso música el maestro Padilla y su primera intérprete fue doña Raquel Meller:

«Como aves precursoras
de primavera;
en Madrid aparecen
las violeteras;
que, pregonando,
parecen golondrinas
que van piando,
que van piando…»

Efectivamente, la primavera anuncia su presencia con tres heraldos que nunca fallan: los almendros en flor, la presencia de las volanderas golondrinas y el color y aroma inigualables de las violetas.

A esa llamada responderán otras flores, la nueva hoja, los amores y amoríos de los pájaros, los vientos y lluvias «marcianos», las lluvias abrileñas, las azucenas de mayo florido y hermoso…

Como escribía el médico barcelonés Dr. Demetrio Laguna en un precioso libro, que tengo la suerte de poseer, titulado «Sea usted Joven» (Barcelona 1959):

«La primavera es la época en la que los instintos vibran con más intensidad. La sensibilidad se ve más traspasada por las solicitudes de los mismos. Es la estación de las emociones… La primavera es una circunstancia estacional que, por su fragancia, policromía y luminosidad alegra el ánimo.

Nos sentimos más vitalizados en virtud del superior confortamiento de los estímulos cósmicos (luz, calor, electricidad, magnetismo, radiación…) que inundan el ambiente».

La primavera, añadimos nosotros, debe ser fuente de alegría, de optimismo, de buen humor.

No hagamos como aquel pesimista que siempre usaba gafas oscuras, no porque le molestara la luz, sino para «verlo todo negro». La vida es bella y hay que vivirla con optimismo.

¡¡Fuera gafas oscuras!!

Lo celebraremos guisando un conejo al güisqui.

Ya limpio el pobre animalito y cortado en trozos mediano -grandes, permanece durante unas 4 horas en un adobo de sal, ajo, perejil y pimentón (todo humedecido con un poco de aceite).

En una sartén con aceite de oliva y una cucharada de mantequilla doran los trozos de conejo y se llevan a una cacerola. En ese aceite de fritura doran unos aros de cebolla, y todo ello se suma al conejo. Se añaden caldo de carne (lo que precise para la cocción) y un generoso chorro de güisqui (el que lo desee puede sustituirlo por brandy). Cuece a fuego moderado hasta que esté en su punto.

Se ofrece en compañía de patatas fritas «de sartén» y con una guarnición de guisantes (de los nuevos primaverales) y habitas (fabonines de mayo) muy tiernas.

NOTA.- La ilustración que acompaña este comentario, tomada de Internet, es una preciosa acuarela de «Estudio Mariano Aguayo».

Disfruten con ella y, por supuesto, con el plato que les recomendamos.

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