EL ‘POEMARIO’ DE ENCARNACIÓN ESPINOSA HERNÁNDEZ. 1989

POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)

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Nacida en La Rioja, en 1915, llegó a nuestra localidad en 1937 y, desde entonces ejerció de uleana durante 53 años, hasta su fallecimiento en 1990.

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Desde muy joven, apenas tenía 10 años, Encarnita (para sus padres y hermanos) comenzó a escribir poemas a todo cuanto acaecía y se movía a su alrededor. Inspirada y alentada por su padre y su gran amigo el escritor archenero Vicente Medina, escribía cuanto contemplaba en la naturaleza; espacio del que estaba enamorada. Por tal motivo, le escribía al sol, a la luna, a las estrellas, a las nubes, a las lluvias, a las tormentas, a la tierra, a las flores y a la arboleda de la frondosa huerta.

Durante su época escolar, escribía poesías a sus padres, hermanos y amigas (entonces los niños no recibían la enseñanza mezclados con las niñas). Cuando comenzó la contienda civil española, describió los horrores de la misma en los que hacía hincapié en la sinrazón de quienes la ocasionaron. Con posterioridad, ya casada y siendo ciudadana de nuestro pueblo, le hacía poesías a su marido y a sus hijos y, al coincidir con la época difícil de la post guerra, narró con crudeza no exenta de realismo, la vida abnegada de los trabajadores del campo y de la huerta. En sus poesías vertía toda su sensibilidad, resaltando su alegría o tristeza con gran riqueza de expresiones; detallando en cada estrofa la descarnada actualidad. Mujer sensible y de una formación cristiana, hicieron de la escritora una mujer respetuosa con los sacerdotes, la Iglesia, los santos y los feligreses. En las fiestas patronales exaltaba la vida y milagros de San Bartolomé así como el carisma a la Vera Cruz de nuestra localidad. Como consecuencia, durante muchos años, en el programa de fiestas patronales del pueblo había páginas escritas de la poetisa Encarnación Espinosa Hernández. Así ocurrió hasta la fecha de su fallecimiento. A pesar de tener una educación cristiana, se revelaba contra los abusos de los mandamases; y lo plasmaba en sus escritos. Por tal motivo, sufrió regañinas de sus padres y de las autoridades clericales. A pesar de todo, siguió en su línea de coherencia. Al evocar a sus seres queridos, ya fallecidos, glosaba sobre el vacío que dejaban en sus casas y, sobre todo, en la tristeza que ocasionaba su pérdida; con mayor pronunciación hacia los fallecidos de forma prematura. Durante 54 años, esta riojana afincada aqui, seguía escribiendo sus poesías y las guardaba en un cajón o en una bolsa oscura. Estaba convencida de que sus poesías no tenían valor alguno y ese convencimiento unido a su timidez, no le permitieron airearlas, aunque todos sabíamos donde estaban y su contenido, debido a que en momentos alegres y desenfadados, nos las recitaba como el mejor de los rapsodas. A pesar de todos los inconvenientes, en 1989, accedió a que sus poemas fueran recopilados, ordenados y editados. Por fin, en el mes de noviembre de dicho año, vio la luz su antología poética con el título «Desde mi Interior». Falleció nueve meses después, pero en ese corto espacio de tiempo, tuvo la ocasión postrera de disfrutar de un libro que recopilaba todos los avatares de su vida. Libro que mostraba con orgullo y timidez a cuantos vecinos se acercaban a verle. Cuando los visitantes eran de confianza, les recitaba las poesías como si las hubiera escrito el día anterior y, algunas de ellas tenían más de 60 años. Dormía con el libro que reflejaba gran parte de su vida. Murió feliz aquí en su casa , rodeada de los suyos.

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