ACEITUNERAS ALTIVAS

POR ADELA TARIFA, CRONISTA OFICIAL DE CARBONEROS (JAÉN)

jornaleras

Escribió Antonio Machado que se hace camino al andar. Es bonito, pero no siempre se cumple. Por ejemplo, esta maldita crisis ha hecho que el camino andado por la mujer para conseguir la igualdad laboral con los hombres se haya cubierto de peñascos. Tantos obstáculos ponen a las mujeres en esta cuestión, que muchas han tirado la toalla. Han vuelto a ser exclusivamente ángeles del hogar, paso primero para la invisibilidad social.

Yo respeto el derecho de cada cual a decidir en libertad. Conozco a muchas mujeres que eligieron ser amas de casa. Que son felices, y les va bien. De ellas no hablo hoy. Hoy me refiero a las que proyectaron su vida de otro modo, y han acabado siendo lo que no querían ser por culpa de la actual coyuntura económica. Nada nuevo, porque en todas las épocas de recesión pasa igual: las primeras víctimas son las mujeres.

El que haya leído algo sobre este tema, sabe que la incorporación masiva de la mujer al mercado laboral se produjo durante la primera guerra mundial, cuando los hombres marcharon al frente y ellas eran imprescindibles en los campos y fábricas. Lo hicieron divinamente. Tras la guerra, ante las bajas de soldados, las mujeres siguieron demostrando su capacidad para conciliar la vida laboral y familiar. Ahora les tocaba además tener muchos hijos, para compensar le depresión demográfica. Lo hicieron a la perfección. Hasta que llegó la crisis del 29, y el paro obrero. Entonces las mujeres estorbaron, porque privaban a los hombres de un sueldo. Así se las empujó de nuevo al hogar, sobre todo con el apoyo de nazis y fascistas, que concebía a la mujer solo como hembra paridora, madre y esposa sumisa. Pasaron luego en España muchos años antes de que las mujeres reclamaran su derecho a la independencia económica. Las que nacimos en aquellos duros años de la postguerra lo sabemos bien, porque lo hemos vivido. Sabemos que eran pocas las profesiones cualificadas en las que la mujer era bien recibida, caso del magisterio, la enfermería, el secretariado; y poco más. Las que eran obreras, del campo o la ciudad, accedía a ese puesto sólo si no lo reclamaba un hombre. Muchas cobraban menos que ellos por la misma función. Pese a todo el impulso de la mujer para regir su destino fue imparable. Bastantes niñas de entonces estudiamos gracias al apoyo de la familia, y a becas de Estado, para las que nos exigían resultados académicos brillantes. Y lo hicimos genial. Al fin nos incorporamos al mercado laboral, que conciliamos con la maternidad. Y lo hicimos de matrícula de honor. Creo yo.

Ahora esta generación de madres que nos empeñamos en dar a las hijas las mismas posibilidades que a los varones; las que pensamos era ésta una batalla ganada, porque habíamos hecho camino al andar, sentimos el dolor del fracaso al notar que ese camino era falso. Que lo construyeron frágil, para engañarnos una vez más. Si nos resignamos, por vez primera habrá que decir de nosotras, que lo hicimos fatal.

Hoy escuche en la radio que en un pueblo de Jaén hubo movilizaciones porque se expulsa a la mujer de las faenas en el olivar. A esas mujeres que sembraron los olivos; a las que durante años amamantaron a sus hijos a su sombra para no perder un jornal. A las mujeres que dieron a esta tierra de olivares tanto, que aquí se llaman olivas a sus árboles. Por algo será. Hoy sentí rabia ante la injusticia que se hace con las aceituneras altivas de Jaén, que son el símbolo de lo que esta pasando en todo el país. Porque un cosa es lo que digan las leyes, y otra lo que pasa de verdad. Y lo que esta pasando es que desandamos un camino andado al boicotear a las mujeres su acceso al trabajo. Que las estamos arrinconando de nuevo en los fogones, ante la indiferencia de ciertos políticos de oficio que dicen luchar por sus derechos. Porque hay muchas maneras de matar a una mujer. A unas las matan a navajazos. A otras, a silencios en injusticia. Ante esto no cabe la resignación. Cabe despejar de piedras el camino andado. Porque la primera forma de libertad para una mujer nace del derecho que tiene a elegir ganarse el pan con su trabajo. Eso dice mi papelera, que está harta de demagogias. Yo, igual.

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