«EL CREPÚSCULO DE LA DESAPARICIÓN LO BAÑA TODO CON LA MAGIA DE LA NOSTALGIA» (MILAN KUNDERA)

POR ANTONIO SÁNCHEZ MOLLEDO, CRONISTA OFICIAL DE MALANQUILLA (ZARAGOZA)

El otro día asistí a la misa dominical en la Iglesia de la Asunción, de Malanquilla. Lo que todo eran saludos -el pueblo luce su mejor cara con el regreso de los veraneantes- y parabienes, con la sonrisa y la felicidad que produce el reencuentro con familiares y viejos amigos, pronto se tornó en una extraña sensación de nostalgia. Reconozco -Don Juan- que no presté demasiada atención a su apasionada homilía pero por momentos no era capaz de controlar mis sentimientos.

Quizá el rememorar la historia vivida hace 40 años con la concesión del Trofeo de Oro de Misión Rescate y lo que se desencadenó después, me han predispuesto a la sensibilidad. Veía los rostros de quienes llenaban la iglesia en contraposición con las celebraciones invernales donde hemos llegado a ser el cura, el alcalde, mi hermano y yo y notaba el paso de esos 40 años y lo peor, ausencias, ausencias imposibles de reponer.

Recuerdos imborrables entre aquellos muros sacros que nos han visto reír, cantar y llorar; donde hemos trabajado con ilusión leyendo sus manuscritos y sus libros «cabreo», limpiando sus retablos, catalogando y fotografiando sus piezas de orfebrería…

A la salida de misa se forman los habituales corrillos en la plaza: más saludos, más alegría y más nostalgia. Y encima conozco la defunción de Domingo y Fructuosa Soria y de Miguel Velilla, Don Miguel para todos los que le conocimos, profesor jefe de la Patrulla de Rescate número 26.

De él y de su familia guardo los mejores recuerdos. Cuántas horas de charlas, cuántos proyectos e iniciativas, muchas llevadas a cabo, cuánta ilusión y que amor por Malanquilla. Con su verbo atropellado nos hablaba sin control de cosas y casos, de curiosidades y anécdotas, siempre, poniendo a las gentes de Malanquilla por bandera.

 Y hablo con el alcalde de aquélla época dorada, Bernardino Martínez, cuánto ha llovido… Y de nuevo la nostalgia… todo lo cambiaría por tener de nuevo junto a nosotros a quienes hoy protagonizan, con su ausencia, mi desconsuelo.

Saludo también al hijo del fallecido Domingo, Enrique Soria, miembro que fue de la patrulla de Rescate. Que inolvidables momentos pasados en su compañía, junto a su padre y la de su esposa Paquita. Su casa siempre abierta, era un poco la casa de todos, como lo era la de Rufina y su hermana Carmen, donde nos reuníamos a tomar «sopeta» y aún hoy lo es la de Aristeo y algunas más… Domingo y Paquita, en mi recuerdo, representan en plenitud el espíritu del Malanquilla de aquéllos años donde nadie era forastero y donde nunca se cerraban las casas.

En este 2017 resulta inevitable volver la vista atrás. Y en ese rememorar de historias vividas encontramos nombres y personas que las simbolizan. A ellos, a los ausentes y presentes que tuvieron nombre propio en aquélla aventura que hemos denominado «el despertar de Malanquilla» quiero rendir hoy público homenaje de gratitud, reivindicando su legado y su participación en una obra colectiva de esfuerzo y sacrificio, para lo posteridad. Don Miguel, Dámaso, Bernardino, Aristeo, Teófilo, Marina, Manolo y Pili,…. va por vosotros.

Gracias por esa confianza, por vuestro apoyo decidido y vuestra generosidad. Sin cada uno de vosotros nada hubiera sido igual.

 

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