CONRADO BLANCO GONZÁLEZ, AUSENTE

POR LANDELINO FRANCO FERNÁNDEZ, CRONISTA OFICIAL DE VILLAMONTÁN DE LA VALDUERNA (LEÓN)

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Cuando en el Congreso Nacional de la RAECO, recientemente celebrado en Cáceres, se nombró a D. Conrado Blanco González MIEMBRO DE HONOR de la Real Asociación Española de Cronistas Oficiales, pensamos en hacerle entrega de la correspondiente distinción en un acto entre íntimo y oficial con representantes de la Junta Rectora y Cronistas Oficiales de Castilla-León. La repentina defunción de Conrado ha impedido nuestro propósito, y el cumplir la ilusión que le hizo tan merecida distinción a él que tantas recibió en vida.

En estos días están apareciendo en la prensa nacional, provincial y local, síntesis biográficos positivamente abrumadores de la vida de Conrado en su multifacética actividad como investigador, escritor, conferenciante, editor, e integrante de toda asociación cultural, social o religiosa, al igual que mecenas y espléndido donante económico de las mismas.

A esas notas biográficas me remito.

Cronista Oficial de La Bañeza desde el año 1977, animó y promocionó a otros Cronistas en la Provincia, y desde 1988 fue asiduo asistente a los Congresos Nacionales junto con su inseparable esposa Charo. En estos encuentros, en sus relaciones personales, y en la distribución de sus múltiples publicaciones no venales siempre fomentó esas sólidas relaciones de amistad que tantos compartimos y que ahora revivimos. Ha sido una profunda satisfacción ver la Medalla de la RAECO en su cuerpo yacente, junto con las distinciones más importantes que tenía.

Quiero resaltar y abundar en algunas características personales de Conrado, que aparecen reseñadas en las notas biográficas: Era el clásico caballero español. Hombre de honor. Derramaba bonhomía a su alrededor, con naturalidad, sin artificios. Siempre bien pensado, ponderado en sus juicios, tendente a ver lo positivo en los demás. Todo el mundo era extraordinario para él. Fiel a la amistad. Prefería el diálogo al monólogo o a la discusión. No le iba el regateo. Pródigo en dar y agradecido en recibir. Sabio en escuchar.

Sus archivos y documentos estaban a disposición de quien los solicitara. Investigaba para luego informar. Gracias a esa actitud ha descubierto y publicado tanta documentación de archivos nacionales, provinciales y locales sobre aconteceres históricos y culturales, preferentemente de Castilla-León; La Bañeza y La Valduerna. Ahí quedan sus Capiteles como muestra. Para la posteridad nos regaló la Fundación Conrado Blanco y con ella todo su acervo cultural. Puede que fuera rico en bienes económicos, pero lo fue aún más en prodigalidad y en el uso de esos bienes en pro de la cultura, como pródigo en socorrer a vergonzantes. De esto saben mucho las asociaciones culturales, sociales, deportivas y religiosas, Cáritas interprovincial, Manos Unidas, Asociación Española contra el Cáncer, parroquias y conventos y el Ayuntamiento de La Bañeza.

Acaso sea menos conocido y poco publicado lo referente a sus preocupaciones y vivencias espirituales. Su entrañable esposa Charo nos podría hablar de esas intimidadas compartidas y vividas por ambos. Reconocía Conrado lo mucho que le debía a Charo como animadora de su espiritualidad y práctica sacramental católica. Poco conozco publicado por Conrado de esta faceta de su vida. Sí difundió y condensó en ¿MILAGRO EN LA CATEDRAL?, algo de esas vivencias. Describe una experiencia espiritual tenida por ambos esposos ante la Virgen de la Majestad en la catedral de Astorga: “¿sueño, realidad, imaginación, fantasía. Vaya usted saber… ¿Milagro?… No, no lo creo. Simplemente eso, un deseo que nos hubiera gustado que hubiera sido real”. Así, resume esa experiencia de una “posible aparición”. En ella aparecen destellos de ternura, de inmenso fervor y veneración de un Conrado externamente controlador de sus sentimientos.

Desde la defunción de Charo, se incrementaron en Conrado unas vivencias de fe profundas. Hombre culto buscaba hermanar Fe y Razón, multiverso, “big bang”, deseo inteligente, “bos’on de Higgs” con Dios principio creador. Le dolía no poder explicar el sentido del mal en el mundo. Pero, aparecía su Fe amorosa en el Jesús, humano divino. Con Él mantenía una oración nada sensiblera y sí muy recia y espontánea. La misma que diariamente rezaba en su visita ante la tumba de Charo.

Termino con palabras del poeta Carranza, “cuando son muertos los muertos nunca mueren”.

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