EL CALLEJERO VILLANOVENSE EN EL SIGLO XXI. LAS CALLES IZNATORAF Y SORIHUELA

POR MANUEL LÓPEZ FERNÁNDEZ, CRONISTA OFICIAL DE VILLANUEVA DEL ARZOBISPO (JAÉN)

Calle Iznatoraf.

Calle Iznatoraf
Era una vieja aspiración que en los nombres de las calles de Villanueva dedicasen una a su madre, Iznatoraf. Ella fue la que arrulló a la pequeña aldea llamada La Moraleja, hasta que una relativa paz permitió que las amplias llanuras de la aldea, sus cultivos y su progreso la llevasen a independizarse y aceptar el nuevo nombre, Villanueva del Arzobispo, gracias a las gestiones del Arzobispo D. Pedro Tenorio, ante el rey Enrique III. Transcurría el año 1396 cuando la hija se marchó del regazo maternal.

Hoy han querido rendirle un homenaje y un recuerdo, pero caminemos, acompáñame en este corto recorrido.

Debo hablarte del origen de Iznatoraf, al que unos llaman “lugar fortificado” y otros “Monte de Tierra”. Citar su conquista por el rey Fernando III, el Santo, Su Fuero, copia del de Cuenca, la independencia que fueron logrando las otras dos aldeas, Torre de Mingo Priego en 1449, que tomó el nombre de Villacarrillo y la última, Sorihuela del Guadalimar en 1595.

Recorrer Iznatoraf es sumirse en un remanso de paz, de belleza y de historia. Es gozar de un auténtico jardín de flores y de amabilidad en cada rincón. Contemplar la Iglesia de Nuestra Señora de las Asunción, las distintas puertas de entrada a la villa, Puerta del Arrabal, Puerta de la Virgen del Postigo…conocer la larga lista de personajes destacados en el mundo de la literatura o de las artes; sus costumbres heredadas de viejos tiempos o asomarse a alguno de sus miradores, para contemplar un verdadero paraíso.

Una vez que te he contado datos de mi nombre, debes pasear y conocerme. Soy calle que como mirador ocupo un lugar privilegiado. Mi primera vista cada amanecer, cada despertar, cada mirada es la fuente de la devoción, el Santuario de Nuestra Señora de la Fuensanta, después la lejanía se pierde en la Sierra de las Villas, vestida con el blanco nupcial de la nieve. También contemplamos nuestros orígenes, situado en su atalaya, aún vigilante, siempre soñador, Iznatoraf.

El nombre lo llevo cosido en la primera de las casas, en total tengo solamente doce casas unifamiliares, seis a cada lado. Una travesía amplía. En mi vive la paz, el sosiego la tranquilidad.

Cada edificación incluye una metálica puerta para acceder al jardín o a la cochera. Celosías de cañizo o césped artificial protegen de las miradas indiscretas la intimidad de los vecinos en su jardín o piscina.

El color blanco predomina en todas las fachadas, con los adornos amarillos en los dinteles de las ventanas.

Nada es monótono, ya que cada vecino en su porche o entrada gusta de diferente decoración. Puedes contemplar sobre las columnas de entrada, en dos de estas casas, sendas figuras de piedra que representan perros o águilas. En los porches, algunos azulejos con las imágenes de la Virgen de la Fuensanta o del Rocío y artísticos platos de cerámica. Contempla como en mi final dos solares esperan momentos propicios para seguir construyendo.

Tengo cierta pendiente por lo que te cuesta algún trabajo seguir mi ritmo. Desde el final como en una tribuna contempla la sierra cubierta de nieve, algunos cortijos o edificaciones vecinas, mientras los numerosos olivos se ven decorados por la belleza de los almendros en flor.

Comunico con mi hermana calle Mirasierra, bien urbanizada, con algunas construcciones, que disfrutan de la amplitud, de las vistas y de la tranquilidad. Junto a mi entrada “principal”, cruza la carretera que conduce al Charco del Aceite, llena de reminiscencias carmelitanas, de la huella de San Juan de la Cruz; del Pantano del Tranco o la bifurcación para adentrarse en las Sierras de Segura, Cazorla y las Villas: incomparable riqueza interior de nuestra olvidada provincia, Jaén.

En el interior de estos hogares nacen vidas, sueños, ilusiones y esperanzas, con nombres y apellidos que vieron en esta edificación alejada, pero próxima a la ciudad todas las ventajas que supone residir en el campo y tener la ciudad a un paso. Vuelves a mí, en los comienzos de este 2019, para contemplar un nuevo paisaje, si lo hubiera.

Quietud, silencio, paz en todo. El progreso de la construcción no avanzó y finalizo sin nuevas edificaciones en dos solares. El sol frente a nosotros en la Sierra de las Villas, algunos adornos navideños en las puertas de varias casas.

En la lejanía la carretera de circunvalación, ahora poco transitada. Algunos vestigios de explanaciones, de lo que puede ser la autovía A-32, sin maquinaria en este periodo, con cientos de promesas incumplidas, y con sueños que esperemos lleguen a verse cumplidos, y no como el del viejo ferrocarril Baeza-Utiel. Sé que te alejas, triste, preocupado porque la localidad no consiga unos proyectos, necesarios y urgentes.

Calle Sorihuela del Guadalimar

Teníais los villanoveneses una deuda con los pueblos de las Villas, hermanados desde vuestros nacimientos y ni una calle dedicada a ellos. Sí los tenía así recogidos Sorihuela, noticia que te llegó cuando en el 2006 la Virgen de la Fuensanta visitó esta ciudad hermana. Vienes a mí en una mañana andaluza, que ha cambiado en unos momentos el sol intenso por un gris que amenaza frío y lluvia.

Llegas tras cruzar el Barrio de las Fuentecillas, hoy dando una vuelta por las nuevas calles surgidas en el terreno llamado La Serrana. Asciendes por una pequeña travesía llamada calle Séneca, que dudas que algún día esté construida, pero el tiempo allana todas las dificultades y el terreno en la ciudad se va agotando.

Tras unos metros por la Carretera Córdoba-Valencia, llegas hasta el lugar de uno de los polígonos industriales, tal vez el primero que surgió en Villanueva. En la parte izquierda, en una nave industrial Bancos Beato, figura la placa Calle Sorihuela del Guadalimar, (El rótulo tiene un error tipográfico y será necesario cambiarlo)

Contemplas la carretera que une la vecina localidad, que estuvo cortada al tráfico largo tiempo, perjudicando a los vecinos de estas villas.

Das una vuelta por estas naves silenciosas al ser festivo, pero que en los días laborables tienen vida, un ir y venir de coches, Riego Sur, Cerveza San Miguel, Agroquímicos Gabino Paco… el termómetro colocado sobre la fachada, nos permite conocer que la temperatura es más alta de lo que creías- si es que los años no perdonan- otras naves sin rótulo, pero que dan respuesta a las necesidades creadas en la localidad. Aquí se forjan sueños, progreso, mezclados con intenso trabajo y dedicación.

De Sorihuela que tiene corazón dividido entre la comarca de El Condado y las Villas, ya conoces que perteneció a Iznatoraf, logrando su independencia en 1595. La iglesia parroquial y el torreón árabe, que actualmente se ha constituido en el magnífico museo, son lugares muy interesantes para ser visitados.

Confluyen todos los sorihueleños a sus fiestas más entrañables, la de Santa Águeda con una medieval tradición de visitar a todas las llamadas Águedas de la Villa, en la noche del cuatro de febrero y al día siguiente la solemne procesión. Su devoción a Santa Quiteria, que tiene su ermita a unos kilómetros de la villa y la tradicional romería en el mes de mayo, dan vida y devoción a este lugar, que recibe su bautismo de las rojizas aguas del Guadalimar, Regresas en una mañana de sol otoñal, en periodo de invierno. Algunos comercios con su adorno del Belén, que permanece tras las fiestas navideñas, o esperan al refrán de “hasta San Antón, Pascuas son”. Nuevas naves ocupadas dan mayor vida a este Polígono Industrial, que hoy dentro de la tranquilidad tiene un cierto movimiento de vehículos.

Queda un nombre para completar Las Villas, una calle que podría denominarse, Calle Villacarrillo, con lo que vuestra aportación callejera a las villas hermanas, quedaría saldada.

Fuente: Publicación en revista ‘La Moraleja’, 88

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