MEMORIAS DEL CONCEJO DE PARRES 1835-1985 (CAPÍTULO XXXIV)

POR JOSÉ FRANCISCO ROZADA MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE PARRES-ARRIONDAS (ASTURIAS)

En agosto de 1913 Arriondas celebró las que se llamaron “Fiestas de la Aviación”, en las que el personaje central era el piloto francés Leoncio Garnier. No se cuenta en las actas municipales gran cosa sobre las mismas, pero se deja constancia del hecho como extraordinario.

No es de extrañar la expectación que se creó en Parres y concejos próximos, puesto que hacía tan solo cinco años que Europa había visto por primera vez un aeroplano en sus cielos. Ya en Gijón habían intentado celebrar las mismas “Fiestas de la Aviación” tres años antes -entre el 4 y el 15 de septiembre- cuando Garnier llegaba a Gijón después de asombrar en Biarritz con «un vuelo de 21 kilómetros y alcanzar una altura de 300 metros».

Los intentos para volar entre lo que hoy es la Guía y la Universidad Laboral, lugar conocido como “Las Praderías” fueron fallidos -ante más de 4.000 espectadores- y hubo de aplazarse la demostración hasta las fiestas de Begoña del año siguiente, 1911, cuando ya la exhibición fue un éxito.

El aeroplano de Leoncio Garnier sobrevoló Parres y aterrizó en Castañera en el verano de 1913 y acudieron a agasajarle centenares de personas, con el alcalde a la cabeza y otros conocidos vecinos, los cuales habían organizado el evento.

(La fotografía que acompaña a estas líneas recoge el aeroplano de Leoncio Garnier en Castañera, con los organizadores parragueses del evento, y procede del archivo «Memoria Digital de Asturias», aunque la sitúa incorrectamente en 1911).

En el mismo año fue nombrado Depositario de Fondos Municipales Manuel García Vela con un sueldo de 800 pts. anuales y -para ello- tuvo que presentar una fianza de 15.000 pts.

En aquellos días tres niños de Collía fueron mordidos por un perro que se consideraba “hidrófobo” (con rabia) y hubo que llevar a los chicos al hospital de Oviedo y abonar 30 pts. a sus familias.

Y ya que estamos en Collía, el Ayuntamiento abonó 350 pts. para concluir las obras de su nuevo cementerio.

Aquellos parragueses del pasado -ya adultos y muchos de ellos analfabetos- hacían lo que podían para adquirir los mínimos niveles de cultura general, de modo que desde el 1º de noviembre hasta el 31 de marzo se impartían clases nocturnas durante dos horas, de forma que el Ayuntamiento aprobó instalar tres bombillas para facilitar esa labor didáctica.

No era festivo el día 1.º de noviembre, puesto que ese día de 1913 se sometieron a deliberación las cuentas de los años 1909, 1910 y 1911, además del proyecto de ingresos y gastos para 1914.

¿Por qué desde siempre las cuentas municipales se sometían a estudio y discusión con varios años de retraso? Y de poco parece que sirvieran las llamadas gubernativas y sanciones impuestas por no llevar esa labor más al día (al menos, más al año).

Para 1914 el proyecto de presupuesto de gastos ascendía a 31.267 pesetas, muy superior a los ingresos, de modo que decidieron gravar con arbitrios extraordinarios los artículos que llamaban de “comer, beber y arder”. De forma que para nivelar las cuentas propusieron que por cada gallina vendida en 4 pts. se cobrase 1 peseta como impuesto, calculando que se venderían 4.000 gallinas ese año. Otras 3.000 pts. por los pollos; 10.192 serían los ingresos por los 339.752 kilos de patatas, a razón de 3 pts. por cada 100 kilos (un kg. costaba 12 céntimos); 10.950 pts. se obtendrían de los 365.000 litros de leche, a 3 pts. por cada 100 litros (un litro de leche costaba 25 céntimos). Todo estaba más o menos controlado, porque calculaban que obtendrían 3.125 pts. por la venta de huevos, a 2.50 pts. por cada 100 huevos, cuyo precio en 1914 era de 10 pts. el centenar (1,2 pts. la docena).

Cada pueblo celebraba su tradicional fiesta en honor al santo o santa del lugar y no podían faltar los voladores, de modo que acudían a casa de Celestino Villar a comprarlos, a razón de 3 pts. la docena.

Y las barcas del Lladuengu y Fuentes seguían con sus subvenciones para que los barqueros no tuviesen que cargar todo el gasto a los viajeros. Allá por 1913 las subvenciones eran de 150 pts. anuales para cada barca.

Mientras, el cura de San Juan de Parres notificó que el cementerio no reunía las condiciones de higiene necesarias, además de quedarse pequeño, situado en un lugar inapropiado, adosado a la iglesia parroquial, en medio de dos caminos públicos, al pie de la fuente, del lavadero y de la Casa-Escuela. Un lugar pantanoso, donde algunas veces los cadáveres eran depositados en auténticos charcos; considerando que con los fondos de la parroquia y -tras una suscripción popular- podría construirse un nuevo cementerio, sin necesidad de solicitar ayuda municipal.

El Ayuntamiento aceptó la propuesta por unanimidad y que la Junta Municipal de Sanidad abriese un expediente, así como solicitar al cura párroco una certificación con el listado del número de defunciones de los últimos diez años.

La fuente del Collado de Santo Tomás fue visitada en octubre de 1913 por una comisión municipal, considerándola de mucha utilidad, y pareciéndoles bien el arreglarla y el que se construyese un lavadero. Los vecinos solicitaron con ese motivo 225 pts. como subvención y la corporación les concedió 200 pts. Fuente ésta que ahí sigue con su lavadero, varias veces premiada en el concurso anual de enrame de cada año por San Juan.

Fuentes, puentes y caminos eran cuestiones prioritarias hace un siglo y las solicitudes para su conservación y mantenimiento eran permanentes. Así, para arreglar la fuente de “La Regatina” en Castiello y construir un lavadero, el Ayuntamiento colaboró con 250 pts. de las 464 que había costado.

Un nuevo cable necesitaba la barca de Toraño para poder cruzar el Sella y los vecinos no podían pagarlo, de modo que desde el Ayuntamiento les dijeron que pidiesen presupuesto del precio de cables y el más barato que encontraron fue uno de 186 pts.

Además de secretario municipal había un escribano en el Ayuntamiento y en 1913 hacía esas funciones César Cofiño, siendo alcalde en funciones Ramón Cueto Póo.

Los vecinos de Arobes estaban alarmados porque la Compañía de Ferrocarriles Económicos trataba de conducir hasta Arriondas las aguas que nacían en dicho pueblo, en el lugar concreto de Riega de Jabariego, de donde se abastecía el pueblo de su agua potable y para abrevadero de sus ganados. Solicitaron el amparo municipal para hacer valer sus derechos. Desde las Consistoriales enviaron una carta a Económicos y cuando allí la recibieron se quedaron sorprendidos, pues pensaban que era para darles las gracias. La respuesta fue que conocían la ley y sabían lo que hacían “para beneficiar a los vecinos” y no perjudicar a nadie como se creía. La Corporación contestó que estaría atenta al proyecto.

Y al secretario municipal le gratificaron al finalizar el año 1913 por haber hecho las cuentas municipales que estaban pendientes entre 1906 y 1911, hasta con siete años de retraso.

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