OBLIGATORIO MATAR PÁJAROS

POR ALBERTO GONZÁLEZ, CRONISTA OFICIAL DE BADAJOZ

Ahora son el camalote, los patos, y el excremento de los perros. Pero las plagas en Badajoz no son cosa de ahora. Siempre las hubo. Los patos, por ejemplo, también abundaron en el pasado; no solo en el Guadiana, sino por las calles, por las que además campaban cerdos y perros que se comían a los niños. Los patos y gallinas disponían de un lugar propio: el Ejido Patinero de San Roque, dispuesto sobre el que fuera Campo del Osario en que se enterró a los cuatro mil degollados por Sancho IV «El Bravo», en 1289. Pero la mayoría andaba por fuera.

Aunque no tanto como en otros lugares también se padecían plagas de termitas que se comían las casas. Aquí atacaban de vez en cuando devorando las más viejas; pero poblados no lejanos como Hijoviejo, Don Febrero, Corte de Peleas, Loriana y otros fueron engullidos por completo. Parece increíble, pero está documentado en mi libro ‘Las poblaciones de la Baja Extremadura’.

Aunque para plagas temidas en Badajoz las de langosta y gorriones, que en bandadas de millones arrasaban las cosechas. Para combatirlas se organizaban rogativas sacando a San Roque, San Atón, la Virgen de Bótoa y otros santos y patrones; y la población salía al campo a extinguirla con sacos, palos, caballerías, y sobre todo, cerdos, muy eficaces devorando a las crías. Cada vecino, bajo pena de fuerte multa, debía presentar en el ayuntamiento las fanegas, sacos, o cabezas de animales muertos asignado o pagar operarios que lo hicieran.

La plaga de langosta de 1709 fue tal que, según las crónicas, «cuando se levantaba se oscurecía el sol». La de 1756 resultó tan grave, que como recurso extremo ante la emergencia el rey Felipe IV debió enviar a Badajoz desde Madrid la cabeza milagrosa de San Gregorio Ostiense, abogado especial contra las plagas. En las ocasiones más críticas debían salir a combatir la plaga hasta los niños de los colegios y hospicios, y los frailes y monjas de los conventos de clausura, constituidos en Unidades de Emergencia eventuales.

Más recientes son las de mosquitos procedentes de la infecta charca del Guadiana próxima a la Puerta de Palmas que invadían la ciudad en verano transmitiendo enfermedades y pestilencias, problema que no resolvió, y solo parcialmente, hasta el siglo XX, con el Caño de la Gambota que alejaba las aguas fecales un poco aguas abajo del río.

Fuente: https://www.hoy.es/

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