EL VERSO SUELTO

POR EDUARDO JUÁREZ VALERO, CRONISTA OFICIAL DEL REAL SITIO DE SAN ILDEFONSO (SEGOVIA).

D. Luís de Borbón y Farnesio

De haber podido ser algo trascendente en esta vida, hubiera deseado ser el segundo verso de un terceto escrito por Antonio Machado. Envuelto en una rima deliciosa, habría pasado a la posteridad como el ripio que con nada encadenaba, presente en la mente del poeta, pero libre de expresar su individualidad aún incomodando a todo aquello que encaja. Vivir perdido amando desaforado entre estrofas de Pablo Neruda o clamando al cielo por la razón perdida dentro de un soneto mal cosido por la mala gaita de Quevedo, el refinamiento zafio y provinciano de Góngora o la sabiduría derrotada del gran Miguel de Cervantes. Viajando entre pies quebrados regurgitados por Catulo mientras Juvenal y Marcial perdidos en bacanales del entendimiento olvidado o perplejo de la pomposidad timorata y vomitiva de William Shakespeare. Allí, solo entre gigantes, hubiera visto el porvenir desde la atalaya de la estética más pueblerina, esa que llena de seso cualquier arrebato de Sancho Panza y que el poeta sevillano supo plasmar tras muchos años perdido entre chopos lombardos y llanuras de centeno dorado por aquel sol que lleva ajusticiando Castilla desde hace una eternidad.

Y no crean, queridos lectores, que la soledad del verso suelto habría de convertirme en rareza atemporal, en singularidad pasajera de una sociedad que nada aprende del pasado. Tan frecuente ha sido esto en nuestra sociedad que ya he perdido la cuenta de cuantos versos de rima perdida me voy encontrando en mi humilde trasiego por este vivir. Sin ir más lejos, cada vez que cruzo el llamado Arco del Infante para entrar en el jardín del rey. Justo sobre las bóvedas que acompañan ese caminar están las estancias que ocupara hasta 1748 Felipe de Borbón-Farnesio. Cuarto hijo de Felipe V y la Parmesana, Felipe, Pippo, vivió aquella juventud en demérito de la política, más centrado en las artes que tanto cultivara su señora madre, aunque fuera tan solo por su afán coleccionista. Implicado en la guerra de sucesión de Austria y acompañado por Zenón de Somodevilla, tratando de hacerse con el Milanesado acabó siendo el primer Duque de Parma de su estirpe. Verso suelto de aquella familia tan poco rimada, político preocupado de artes educativas, llegó a profesar el jansenismo, herejía tardía inducida por Cornelio Jansenio a mediados del XVII y que proponía un alejamiento puritano del placer, rayano en la locura propia del luteranismo más feroz, quién sabe si tratando de alejarse de la psicosis que poseyó a su señor padre gran parte de su atribulada vida.

Igual por aquello, por el puritanismo recalcitrante del hermano y la locura del patriarca, Luis de Borbón-Farnesio, hermano pequeño del primero y sexto hijo de aquel padre desnortado, optó por escapar a la rima que ambos proponían. Habitante regular del Palacio de San Ildefonso y de las vacías y secas estancias de Riofrío, este segundo conde de Chinchón de la familia Borbón tras la compra del título por parte del rey para el mojigato hermano mayor, decidió romper con cualquiera que fuese el son propuesto por su familia. Nombrado cardenal arzobispo de Toledo con ocho años y arzobispo de Sevilla al cumplir los catorce, el infante Luis de Borbón aprendió rápido a rimar fuera de aquellos endecasílabos de estricto catolicismo, más pendiente de alejarse de pudor religioso alguno que le impidiera expresarse con los versos del género femenino. Frecuente y asiduo competidor de Don Juan Tenorio, este Borbón bien suelto de cascos en los barrios más humildes de Madrid, a decir de las artes alcahuetas de su pintor, Luis Paret, fue obligado a tomar un camino más consonante que asonante por su hermano y rey, Carlos III, el más soso de los versos ripiados por Isabel de Farnesio y Felipe V, desposando a María Teresa de Vallábriga y Rozas, suegra que fuera del infame Manuel Godoy, verso este groso, de mala rima y peor encaje, ya fuera en silvas cortesanas o tercetos acoplados a la sombra afrancesada del arco de Cuchilleros.

Esos periodistas acomodados en la pose libertaria y agitadora que, para mantener el índice de audiencia y la remuneración exagerada, dan altavoz a napoleoncitos descerebrados o estrellas de la canción rayada en un ocaso personal catastrófico

Y es que, en esto de no rimar con nada, hemos sido, somos, un país de dar mucho ejemplo y poco entendimiento. Que el verso suelto ha tornado en camino a desandar por cuántos quieren expresar su individualidad lacerante a ojos vista, aún siendo más rectos en el vivir que un cirio pascual. A estos dos infantes se podría sumar una plétora de personajes, que no personas, aficionadas a romper moldes para estar bien considerados, como si ser distinto no fuera más que una excusa para ser notoriamente normal. A ver cuántos revolucionarios ortodoxos conocen; cuántos herejes meapilas, socialistas acomodados, comunistas burgueses y ácratas defensores del orden monárquico, católico y apostólico más soporífero pueblan nuestra fauna mediática actual. Esos periodistas acomodados en la pose libertaria y agitadora que, para mantener el índice de audiencia y la remuneración exagerada, dan altavoz a napoleoncitos descerebrados o estrellas de la canción rayada en un ocaso personal catastrófico; o escritores de éxito arrollador que soportan cada línea disruptiva que ofrecen en una fachada deplorable que eructa más que comunica lo más reaccionario que el pasado pueda ocultar; o ese fantoche surrealista acomodado en la dictadura que enterró parte de nuestro futuro, destructora de la vanguardia que le vio nacer y que laminó a buena parte de su generación, por el hecho de ser singular en la monotonía reprimida; un estridente rojo metálico rodeado de grises apagados, sucios de tanto polvo acumulado.

Quizás, por todo ello, las estancias del infante jansenista, de ese Pippo perdido en Parma, fueron ocupadas por el general Franco en sus visitas periódicas a este Paraíso ensombrecido por la represión y el atraso inherente al dictado del todos para uno. Éste, bien rimado con la tradición de versos sueltos atados a su espadón que tanta poesía reiterativa y estomagante dieron a este santo País, supo entender que, puestos a no rimar con nada, mejor que todos rimen en silencio aterrado; y que la poesía desaparezca desleída en una sociedad que, de no atender a la belleza de un verso suelto, asuma que todos atados pueden conducir a algo común, reconocible y de todo punto inasumible para una sociedad que de verdad quiera experimentar la libertad que da el no preocuparse por el final del renglón.

FUENTE: https://www.eladelantado.com/opinion/tribuna/el-verso-suelto/?fbclid=IwAR2PCiKLxi7Ur9Sg4kIKUUe1onu3aK735LkB3oYesyw4KJ6jiaweR0OIhYs

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