TV PÚBLICA, HACIENDA Y YO

POR ADELA TARIFA, CRONISTA OFICIAL DE CARBONEROS (JAÉN)

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De noche, con ojereas, agotada, llego al fin al apartamento frente al mar. El curso ha sido largo. O corto. Según se mire. Para mí fue largo en trabajo, y corto en descanso. Los años pesan. Sin deshacer la maleta me siento en la terraza. Es un placera la brisa marina en la cara, escuchar el silencio bajo las estrellas. Pasa una estrella fugaz, pido un deseo: que este momento sea largo. Pero eso es imposible, como en el cuento de Aladino. Pese a todo insisto. Apago la luz, preparo un mojito casero, reclino la hamaca. Pienso por un instante que si existe la felicidad, allí está. Pero la mente humana no está muy reparada para la felicidad. Pronto me viene a la cabeza lo último que hice antes de llegar a la playa, la declaración de la renta. Y el pastón que he pagado. Luego recuerdo lo que ganarán los parlamentarios europeos recién elegidos. Y algo que he leído en la prensa. Parece que la que fue ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, ha dimitido de su cargo en Europa, y que cobrará hasta que se jubile 14.000 euros al mes por no dar un palo al agua. Luego su pensión triplicará la de un funcionario de alto nivel, con oposiciones libres y casi cuarenta años de trabajo. O sea, mi caso. También me acuerdo de que los verdaderos ricos se acogen a beneficios fiscales que los demás no tenemos; y que bastantes políticos avispados tienen fuera un fondo de pensiones por el que apenas tributan. Y todo dentro de la ley. Entonces el fresco marino me parece viento molesto, las estrellas, meteoritos que amenazan, y el mojito, lo que es, limón aguado con un poco de ron de Carrefour. Como el sueño no llega, enciendo la TV, la pública, por si ponen algo divertido, que no sea una cutrez. Imposible. La tv es casi siempre mala. En verano, siempre. Para mantenerla he pagado parte de mis impuestos. Me guste o no.

Creo que es una vergüenza la pasta que pagamos en España por mantener un montón de televisiones públicas, nacionales y autonómicas. La mayoría sólo sirven para que no suba el paro, porque tienen plantillas de funcionarios, y no funcionarios, que asustan. También sirven para hacer propaganda política, de un lado y de otro. Cambie usted de comunidad autonómica, conecte la TV pública, y lo verá. Siempre ponen la misma película, una de vaqueros: los buenos son los que mandan; los malos, los otros. No falla. Pero como todavía nos falta un poco para ser Venezuela, que es lo que quieren los de Pablo Iglesias, tienen que llenar horas con otros programas.

En alguna televisión autonómica, caso de la andaluza, hay presentadores que están casi siempre en pantalla. Así lleva años Juan y medio, por ejemplo. Este hombre, especialista en casar ancianos durante la sobremesa, hace de todo en el “canalsur”. No sé lo que gana. Me gustaría saberlo para calcular cuántos sueldos de periodistas normales salen del suyo. Porque, digo yo, que con su salario podrían dar curro a algunos profesionales jóvenes, que el socialismo predica reparto, me parece. En la TVE han puesto al mediodía a una presentadora andaluza que se gana un buen sueldo sacando a la luz graves casos de pobreza. Así el ciudadano medio que llega a su casa harto de currar, se encuentra con dramas humanos que le meten el corazón en un puño. Al final echa mano a la cartera y manda un donativo. Porque las personas corrientes no somos de piedra. Por eso a veces no pensamos en que con lo que se gastan los políticos en este programa, y en otros muy malos, sería más fácil que el Estado solucionara casos extremos e pobreza. Porque se trata en muchas ocasiones de alimentar a niños que pasan hambre en casa.

Yo creo que esto no es tolerable. Que si mantenemos televisiones públicas es para que presten servicios adecuados. Que quien quiera propaganda para ganar las elecciones y vivir de la política, la pague de su bolsillo. Y que hay que exigir que lo que pagamos a hacienda vaya a parar a lo principal, alimento, seguridad, sanidad y cultura. Nada de esto nos los da la tv pública. Mi papelera está harta. Yo también.

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