POR RICARDO GUERRA SANCHO, CRONISTA OFICIAL DE LA CIUDAD DE ARÉVALO (ÁVILA)
El Oso es uno de nuestros pueblos comarcanos conocido principalmente por su laguna mesetaria que acoge a tantas especies de aves. Pero, con ser esto muy importante en el ecosistema comarcal, yo destacaría la actividad incesante de sus gentes que están transformando su fisonomía y el estilo de vida, un ejemplo de por donde se perfila la vida futura de nuestros pueblos. El Oso, laguna e islas…
Cuando recibí la llamada de Félix, el alcalde de El Oso, me gustó la idea de participar en los actos que programaban él y su equipo, y todos los habitantes de este pequeño pueblo de nuestra comarca La Moraña. Precisamente esta fiesta que llaman “Día del homenaje”, este año lo ha sido hacia nuestra tierra comarcal de La Moraña, en las figuras de dos personas destacadas en sus ámbitos de vida, el arqueólogo Emilio Rodríguez Almeida y el dulzainero Aurelio Muñoz “Polilo”, además de otros actos que se sucedieron a lo largo del día. Una nueva isla para su Museo al Aire Libre.
Yo conocía El Oso y su escultura zoomorfa en granito, símbolo y nombre de este pueblo y reliquia de otros tiempos. Conocía su laguna en una otoñada que la llenó de aves, grullas cantarinas, patos e infinidad de pájaros, pero hacía tantos años… a mi llegada estaban dando los últimos toques a la isla del árbol, con una música envolvente y me esperaba Justo como anfitrión que me mostró los homenajes y esas islas de la cultura y el reconocimiento que ya son signos de identidad de este pueblo tan acogedor.
Todo comenzó con un una misa en su espaciosa iglesia de San Pedro que estaba abarrotada de público, que ofició su joven párroco Oscar Robledo, que fue comisario de Las Edades del Hombre y experto en arte por lo que es además el responsable diocesano de nuestro patrimonio religioso. Acto seguido, el alcalde Félix Gil presentó los actos que tenían preparados para la jornada ante numerosas autoridades que habían acudido a los actos, los vecinos y numerosos visitantes.
Fue el momento en que nuestras palabras ensalzaron los valores de estas tierras llanas, su historia y sus costumbres más arraigadas. Compartimos micro mi amigo Jesús María Sanchidrián y el Cronista que firma esta columna para hablar de la historia y de las costumbres de esta tierra.
Una llamada a la unidad, a la participación, a recordar nuestra historia más grande y las más pequeñas aventuras, que todas ellas nos hicieron como somos, apegados a el terruño de esta “llanura de infinitos horizontes”, esa meseta que se eleva que entre las cárcavas de los ríos Adaja y Arevalillo, la últimas de esta llanura que linda con las estribaciones de la Sierra de Ávila, con lagunas y lavajos que caracterizan estas tierras morañegas.
Pequeños humedales mesetarios pero fundamentales en el circuito de las aves migratorias, una gran atracción para gentes naturalistas. Tierras y frontera de aquellos pueblos prerromanos, los Vetones, pueblo ganadero y celta, y sus vecinos los Vacceos, de similares costumbres y cultivadores de cereales. Nuestros ancestros.
Luego esa representación teatral de las tres culturas con la voz de Pepe, el amigo polifacético autor y actor, y peregrino… y tantas cosas más. Se entregaron unos diplomas a los morañegos del homenaje, de la mano del diputado nacional Pablo Casado y de Ignacio Burgos, que lo es de la diputación. Y unas palabras del arqueólogo y unas notas del dulzainero.
Siguió la inauguración del árbol “Recuerdos de vida” y su autor nos lo presentó la obra como cultura intangible, de vivencias, de emociones y los recuerdos, un gran árbol metálico repleto de cartas y escritos… y los participantes en el concurso de pintura al aire libre, plasmando los momentos, la luz, la canícula, la espadaña de la iglesia… Con un sol de justicia seguimos emocionados los actos y al final, en una mesa común enorme, unas quinientas paellas nos estaban esperando…
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