POR MANUEL GARCÍA CIENFUEGOS, CRONISTA OFICIAL DE MONTIJO Y LOBÓN (BADAJOZ).
Permitidme que anteponga a los calificativos la pertenencia de ‘somos’, pues desde hace cuarenta y cuatro años (1980), Puebla de la Calzada está, en el terreno de lo personal, unida a mí para siempre. Porque en la Puebla, como así me gusta y le gusta a tanta gente llamarla, el azul celeste de cielo es más celeste y azul que ningún otro sitio. Todos sabemos por qué. Por esa luz gozosa que aquí comparte la madre del creador del tiempo. Luz en la que se cumplen sueños, alegrías y esperanzas.
Porque aquí, en la Puebla, somos el tiempo del rito de sus quehaceres y afanes que fluye y corre por la sangre. Memoria reflejada en las rejas de sus balcones. Pasión desbordada en un cáliz de una noche de luna y primavera. Somos conocedores de cómo entender, hacer y proyectar la cultura. Somos voluta neobarroca en el palacio Marqués de la Vega. Somos el cincelar del orfebre que labró la custodia del Corpus de altar, incienso y romero. Somos la gubia maestra, fecunda y pujante en la mano valiente de Francisco Morato, artífice del retablo de la Virgen del Rosario, hoy de la Virgen del Carmen.
Somos contraste fiel de artesanos, de gente sencilla, buena y honrada. Porque aquí, en la Puebla, somos historia, al lado de una calzada bimilenaria. Somos pasado fraguado en sus tres aldeas. Somos fiesta por San Pedro y en la Purísima de tan alta estima en diciembre. Somos elogio por tan buen magisterio y enseñanzas ejercido en sus colegios. Porque aquí, en la Puebla, somos harina, olor y sabor a pan recién hecho. Hemos sido tardes de afición en el campo Domingo Savio.
Somos sublime sinfonía de una partitura que canta y proclama lo que hemos sido y lo que podemos llegar a ser. Porque somos hijos y amantes de esta Puebla con nombre de mujer, dama hermosa. Y hoy, en la víspera de San Pedro, su Patrón, somos aún más Puebla de la Calzada. Felicidades.
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