ARTÍCULO SOBRE AGOSTO DE 1812: FIN DE LA OCUPACIÓN FRANCESA EN CHICLANA

POR AGUSTÍN ARAGÓN PANÉS, CRONISTA OFICIAL DE CHICLANA DE LA FRONTERA (CÁDIZ)

A primeros de agosto de 1812, la vida cotidiana de los habitantes de Chiclana seguía estando secuestrada por la presencia del ejército francés. Habían transcurrido más de treinta meses desde que el Primer Cuerpo del Mediodía del Ejército Imperial se asentó en la villa de Chiclana y su término municipal para sitiar y tomar las islas gaditanas. Sin embargo, todo estaba a punto de cambiar. En julio, la guerra dio un giro al caer vencido el ejército del mariscal Marmont (1774-1852) ante las fuerzas del duque de Wellington (1769-1852) en Los Arapiles, cerca de Salamanca.

Entretanto, en la villa chiclanera, proseguían los trabajos de construcción del amurallado y cerco, a pesar de los intentos del Cabildo de retrasar la obra interfiriendo las demandas de los mandos franceses: impago de contribuciones, retraso en las entregas de animales de carga o carretas, localización de materiales, etc. El general Reimond, responsable de su construcción, apremiaba a la municipalidad para que acabase pronto, pero el Cabildo le respondió el día 2: «Se hallava [hallaba] sin fondos ni arvitrios [arbitrios], no solo para lo referido (el amurallado) sino tampoco para costear los pedidos que se le hacen diariamente, pagar salarios y otros gastos presisos [precisos] indispensables».

Muy lejos de Chiclana, en París, la decisión de Napoleón (1769-1821) tomada los primeros días de junio de cruzar el río Niemen, e invadir Rusia durante el 23 y 24 con refuerzos de la península, haría cambiar su destino y el curso de la guerra en España. A principios de agosto el camino hacia Madrid quedaba libre y expedito. El mes comenzaba mal para las tropas francesas. El día 12, el ejército anglo-español entraba en la capital de España, al tiempo que se iniciaba el repliegue de las fuerzas francesas en Andalucía, en dirección a Murcia y la zona de Levante. Con la retirada del ejército del mariscal Soult (1769-1851) de tierras andaluzas, los acontecimientos se precipitaron.

En Chiclana, el 23 de agosto –de manera inesperada– se reunieron en la casa-habitación del escribano de cabildo, por orden del comandante de la plaza el general Louis Victorin Cassagne (1774-1841) los capitulares: Domingo Gómez, regidor primero y presidente interino del Cabildo, y los regidores Cristóbal Ortega, Alberto Manjón, José Bejerano, Nicolás Tocino, Jerónimo Aragón y Cristóbal Barahona. Además de ellos, el comisario de guerra, que presentó una orden –en español– del ordenador en jefe del Ejército Imperial. En ella se mandaba «hacer entrega inmediatamente a la Municipalidad los efectos, granos y demás que se hallan existentes en los almacenes de la provisión de víveres del Ejercito».

Enterados los señores concurrentes al acto, conferenciaron sobre el particular y determinaron nombrar al regidor Alberto Manjón y a los vecinos Manuel Alonso y José María Jaubert, para que llevasen debida cuenta y razón de lo que recibieren y recogiesen, así como los «bonos que se le entreguen mientras subsistan en esta Villa las tropas Imperiales, y para que les den a la Municipalidad cuando se le pida». De este modo, con obediencia y sin el más mínimo desacato, el Cabildo aceptó como era habitual entre sus miembros, la orden recibida. Por la noche, poco antes de la madrugada, en la escribanía del cabildo, se volvían a reunir los señores capitulares con una nueva orden del comandante de la plaza.

Al día siguiente, en la última sesión de cabildo bajo ocupación francesa, el general Cassagne cursaba una postrera orden final para que, una comisión de vecinos, recibiesen «los efectos pertenecientes al Ingenio y Artillería del Ejército Imperial». La orden de retirada ya estaba firmada.

La noticia de la posibilidad que los imperiales levantasen el asedio a Cádiz, produjo en el rostro de los habitantes de la villa una leve luz de esperanza, y el anhelo de recobrar la ansiada libertad tan bruscamente arrebatada allá por febrero de 1810; un regocijo contenido en los hogares donde solo quedaban niños, mujeres y ancianos hambrientos; ciudadanos exánimes que fueron capaces de soportar con resignación y grandeza moral la pérdida de sus seres queridos, las vejaciones, hurtos, cargas y contribuciones exigidas. Aquellos chiclaneros y chiclaneras fueron verdaderos héroes; el ejemplo de supervivencia más digno de la historia contemporánea de la noble e invicta villa de Chiclana. Un día después, el 25 de agosto, la población amaneció sin franceses. Se habían marchado. Se acabaron el miedo, las indignidades, el secuestro de caudales y patrimonio, y lo más importante: la privación de vidas. Chiclana volvía a vivir en libertad.

Años después, el historiador y político gaditano Adolfo de Castro (1823-1898), escribió: «Las gentes más principales que tienen casas de recreo en Chiclana y otros puntos vuelven la inmediata primavera á gozar de las delicias del campo». Y reseña una anacreóntica del poeta Juan Bautista Arriaza (1770-1837), en la que hace alusión a ese momento: «La primavera alegre / llama con dulce risa, / al campo de Chiclana /las gaditanas ninfas».

Bibliografía: AHMCh: Legajo nº 32. Actas Capitulares. Sesión ordinaria de 2 de agosto de 1812.AHMCh: Legajo nº 32. AA. CC. Sesión de cabildo, 23 de agosto de 1812 (por la noche).AHMCh: Legajo nº 32. AA. CC. Sesión de cabildo, 24 de agosto de 1812.ARRIAZA, J. B. (1829): «Poesías patrióticas». En Biblioteca Virtual Cervantes. https://biblioteca.org.ar/libros/70111.pdf

FUENTE: https://www.facebook.com/joseluis.aragonpanes

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