CIERRE DE LAS CELEBRACIONES DE CARNAVAL EN LUARCA CON ROSQUILLAS Y ANÍS • CIENTOS DE PERSONAS QUEMAN LA SARDINA EN UN RITUAL QUE SIRVIÓ PARA REIVINDICAR LA NECESIDAD DE UN MURO QUE PROTEJA EL MUSEO DEL CALAMAR GIGANTE, CERRADO DESDE HACE MÁS DE UN AÑO

COMO ES TRADICIÓN, EL CRONISTA OFICIAL DE VALDÉS LEYÓ SUS RIPIOS, COMPOSICIONES HECHAS PARA LA OCASIÓN Y QUE RECUERDAN, POR SI ALGUIEN SE OLVIDA DE ALGO, LA ACTUALIDAD MÁS RABIOSA

Desfile del entierro, con el muñeco de la sardina en primer término. A. M. SERRANO

Desfile del entierro, con el muñeco de la sardina en primer término. A. M. SERRANO

Para despedir el Carnaval de Luarca hacen falta el anís y las rosquillas. Lo sabe bien Carmen Fernández, que ayer dedicó parte de la jornada a hacer los dulces y a acopiar licor. «Es lo que siempre se hizo, y hay que mantener las tradiciones», aclaró. Cerca, el presidente de la asociación «Sardina carnavalera» de Luarca, José Antonio García, aseguraba que el Entierro de la Sardina (la fiesta que cierra el Carnaval luarqués) emula cualquier despedida terrenal y por ello «es necesario pasar las penas con algo».

Ayer, más de un centenar de personas recorrieron las calles de la capital valdesana con música y lloros, y vestidos de riguroso negro, para poner fin a las fiestas de las máscaras y a la juerga. Entre la comitiva, había de todo. No faltaban el Papa, el arciprestazgo ni las viudas. Todos ellos clásicos del desfile, que acaba con la quema del muñeco diseñado para la ocasión: una sardina de cartón.

Paula Fernández, Nayma Ferito y Pablo Gómez tienen 15 años y ayer se disfrazaron. El tocado y los velos negros, para las féminas, y los vestidos de enterrador, «seudovampiros» o religiosos, para ellos. «Queremos despedir las fiestas disfrazados, igual que las empezamos», indicó Paula Fernández.

Elisa Sánchez, una de las veteranas de estas fiestas, acudió como lo hace todo los años, pero con un singular maquillaje de zombi que llamó más la atención. «Es para llorar por la sardina y para que no me reconozcan», se justificó.

Al final, como es tradición, el cronista oficial de Valdés leyó sus ripios, composiciones hechas para la ocasión y que recuerdan, por si alguien se olvida de algo, la actualidad más rabiosa. No faltaron referencias a las próximas elecciones municipales, al conflicto de Ucrania, al terrorismo islámico, a las últimas nevadas que pusieron en jaque al suroccidente asturiano y tampoco al Museo del Calamar Gigante (cerrado desde febrero del año pasado por los daños ocasionados por las marejadas). Para este centro ubicado en el paseo del muelle luarqués el llamado «Testamento de doña sardina pez» pidió «un buen muro de hormigón». La fiesta concluyó con más anís y con la quema de la sardina, un ritual que cada año gana más adeptos.

Fuente: http://ocio.lne.es/ – A. M. Serrano

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