UN SALUDU PA LOS PIESCOS

POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)

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Pues, señor, érase una familia amiga; él, gijonés y compañero mío de carrera; ella, gallega.- Aprovechando unas cortas vacaciones vinieron a visitarme a Colunga. Eran días de septiembre, casi veraniegos, que regalaban verdor de maizales, pomaradas a rebosar (era «año impar» y había cosechona), cielos diáfanos amurallados por el Sueve…

Y allí estaba yo en mi tierrina esperando.

Me «cazaron» contemplando una «pescal» cargada de frutos.

«¡Hala, niños, -dijo el padre a sus retoños- decidle a este señor, buen amigo, que os regale UNA CIRUELAS de esas !»

«¡Horror, terror y furor!, exclamé. ¡Esto si que es cojonudo y a la vez chocante!» (Pido perdón por el «taco»).

¡Llamar ciruela a un piescu!»

Mi sorpresa aún fue a más.

«¡Anda!. Si no son ciruelas; son como melocotones, pero muy malos. ¡Claro! Aquí no «se dan», ¿verdad?».

«¿Cómo que aquí no se cultivan?, dije.

Escucha, escucha estos versos de don Bruno Fernández Cepeda escritos en los finales del siglo XVIII:

«¿Y de frutes? ¡Dios m´asista!
Yo non puedo numeralas,

……..

El melcotón, el duraznu,
el piescu en grandura tanta
que son como la cabeza
d´una neñina tamaña;
damascu como dos puños,
pavía com´una xarra…»

A los piescos (Prunus persica L.) los llamamos con muy diversos nombres: piezcu, piscu, priescu, pésagu, pescu, pésigu, priscu, duraznu, albérchigu… Distinguimos los «abrideros», que sueltan facilmente la «pepita» (semilla) al abrirlos de los «cerraos», que no la sueltan; los tempranos (ya en sazón en septiembre) de los «invernizos», los «normales» y «les pavíes»…

Dicen los entendidos que esta fruta tiene origen oriental.

Quizá el Paraíso de Adán y Eva haya sido su cuna y Asturias la tierra fértil que le dio cobijo.

Bueno es que los disfrutemos con placer, sea «al natural» o en confitura de dulce.

Hagámosla así: Se pelan una buena cantidad de piescos, ya maduros, y se elimina su pepita. Después, con un poco de agua y una rama de canela, cuecen en hervor suave. Se elimina la canela y el conjunto se pasa por el pasapurés de agujeros pequeños. La «pasta» obtenida se mezcla con igual cantidad de azúcar y un chorro de vino oloroso, y hierve manssamente hasta conseguir textura de «dulce».

Enfría y se lleva a tarros muy limpios; dan unos hervores la baño María y se cierran.

Un consejo: Si disfrutan comiendo piescos al natural no beban, después, agua fría.

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