EL GRAN DESCONOCIDO: EL CONVENTO DE MADRES JERÓNIMAS DE CÁCERES

POR JOSÉ ANTONIO RAMOS RUBIO, CRONISTA OFICIAL DE TRUJILLO (CÁCERES), Y OSCAR DE SAN MACARIO SÁNCHEZ

Escudos de la fachada del convento

Escudos de la fachada del convento.

Las Jerónimas orando en el templo.

Las Jerónimas orando en el templo.

En la calle Olmos, formando parte de un ensanche, justo en la zona trasera del Parador de Turismo, nos encontramos con la enfermería de San Antonio, construida en el siglo XVII por los frailes franciscanos para procurar cuidado a los enfermos. La alzaron sobre un solar cedido por el Ayuntamiento. Eran internados los frailes que habitaban el Real Monasterio de San Francisco de Cáceres. Dado lo malsano del sitio en que se edifico el Monasterio antes citado, necesitó la comunidad un local en el que venir a curarse de las enfermedades que la acometían (principalmente paludismo y tercianas), y el Ayuntamiento al igual que hizo antes con los terrenos para el convento, les donó a guisa de limosna, en 1659, un solar en la calle del Olmo donde construyeran un hospital, con una capacidad de 30 enfermos.

Existía la costumbre de que cada una de las celdas del hospital estuviera patrocinada por una familia noble, de manera que los gastos del que la habitaba corrían a su cargo hasta que el enfermo se recuperase. Y se sabía a quién pertenecía cada celda por el escudo de armas policromado sobre azulejos que figuraba sobre cada una de las puertas. Esta colección de blasones en azulejos policromados en las celdas del piso bajo son muy interesantes, destacamos un blasón cuartelado de Ovando-Solís-Rol y Becerra; otro cuartelado de Ovando-Solís-Cárdenas y Vargas; el siguiente, también cuartelado de Golfín-Del Aguila- Carvajal-Portocarrero; cuartelado de Carvajal-Roco-Moscoso-Godoy; cuartelado de Becerra-Monroy-Saavedra-Pimentel y Menchaca; el siguiente, cuartelado de Ovando-Solís-Zárate y Aldana; cuartelado de Aponte- Ulloa- Zúñiga y Córdoba (Marquesado de Torreorgaz); el siguiente escudo, partido, Cabrera, cortado de Vega y Del Barco; el siguiente blasón de don Gabriel de Saavedra.

Las enfermerías jugaron un papel decisivo en la sociedad de la Edad Moderna y fueron un instrumento sanitario decisivo, dentro de los parámetros de aquellos tiempos. La actual enfermería se funda en 1659, como casa de reposo y cura para los frailes de San Francisco. Al encontrarse el convento junto a la Ribera (zona apestada de mosquitos), se situaba cercano a un foco de paludismo, una de las enfermedades endémicas de esta tierra nuestra extremeña hasta no hace tantos años. Tan afectada se encontraba la comunidad franciscana que el Concejo, en esa fecha, dio a los dichos frailes este solar para sobre él construyeran el Hospital. Como las arcas públicas no podían sostener el gasto de la construcción y el mantenimiento y no en vano ésta es una orden mendicante, se encargaron de buscar protectores para su obra y treinta familias cacereñas dieron no sólo limosnas para su construcción, sino que, además, corrían con los gastos que cada religioso enfermo ocasionaba.

Estas familias recibieron en Cáceres la denominación de Alcobistas. Estas piezas cerámicas que hemos citado son una de las mayores joyas de la riquísima heráldica cacereña. También existían en el oratorio una serie de cuadros representando los milagros de San Antonio pintados sobre fondos de paisajes urbanos cacereños. Hoy en día no se encuentran allí, están en propiedad particular. A este oratorio de San Antonio de la Enfermería acudían las familias bien a honrar al de Lisboa, mientras que las clases populares acudían a San Antonio del Barrio.

Después de la Desamortización de Mendizábal fue utilizada como casa rectoral de la parroquia de San Mateo. A finales del siglo XIX pasó a ser un colegio de enseñanza de las religiosas Carmelitas de Vedruna quienes la denominaron “Colegio de Santa Cecilia”, para instrucción de la juventud femenina. Se instalaron aquí en el año 1892, tras haber vivido dos años en el Palacio de Adanero. Se instalaron el 3 de febrero del citado año y se celebró una misa oficiada por Fernando Jiménez Mogollón, sacerdote que fue una institución en Cáceres; y hoy pertenece el edificio a las monjas de la orden de San Jerónimo que se instalaron aquí en 1969 comenzando la restauración del inmueble. Se formó comunidad en 1977 poniéndose la clausura, gracias a la Federación Jerónima de Santa Paula, animada por la Madre Cristina de Arteaga, que era la Presidenta Federal de la Federación de Santa Paula. Procedían de su anterior convento, en el edificio de Santa María de Jesús, sobre el que se levanta actualmente el edificio de la Diputación Provincial de Cáceres. Este convento de Santa María de Jesús tuvo su origen en el siglo XV. De esta fundación bajomedieval tenemos interesantes datos gracias a una escritura de testamento dada por la beata Beatriz García, y que se encuentra en el Archivo Diocesano de Cáceres, donde recogemos que en 1434 pasaron a ser propiedad del beaterio algunas casas que se convirtieron en el núcleo del futuro monasterio. Estaban situadas las casas a espaldas de la parroquia de Santa María, lindando con el cementerio parroquial. Habían sido de Gómez González y luego pasaron a ser propiedad de la beata Beatriz García, según se especifica en el testamento en el que se nombra como herederas a la comunidad. Este edificio ya estaba en uso desde los inicios del siglo XV, pues la cofradía de Santa Catalina celebró en 1411 un acuerdo para restituir una casa a la aljama de judíos.

Volviendo al edificio objeto de nuestro estudio, en la calle Olmos, destacamos la fachada, obra del siglo XVII, con escudo de los Vizcondes de la Torre de Albarrega, sobre una de las ventanas de la fachada campea el escudo Sotomayor-Bravo. En la fachada exterior, una sencilla portada da acceso a la iglesia, sobre ella una ventana rectangular entre tres escudos: el de arriba, un escudo real de Felipe V. A la derecha el de Cáceres con los cuarteles cambiados -León y Castilla – y a la izquierda, el de la orden franciscana, con las consabidas armas místicas de San Francisco, las cinco llagas sangrantes,

En el interior del convento, en la portada, dos blasones: uno, acuartelado en cruz, con las armas de Cabrera, Aldana, Calderón y Del Barco. En el otro: De Sotomayor, partido de Bravo. La enfermería se remodeló exteriormente en el siglo XVIII. En el interior, en el vestíbulo el escudo de Aldana, en granito. Se encuentra un hermoso claustro hacia el que se volcaban las celdas de los enfermos y otros servicios. En las galerías del mismo hay dos blasones de Porcallo, partidos de la Cerda y otros dos de Sotomayor, partidos de Bravo. Existe otro patio interior, más pequeño en el que fuera solar de Perero y, un huerto, con puerta de acceso cuyo dintel presenta un templete de ladrillo rematado en cruz latina. Aquí existe una cisterna que se cierra con brocal de granito de ocho secciones almohadilladas, presentando en una de sus caras un escudo, con perfil en forma de cabeza de caballo, y sobre el que leemos: “AÑO DE 1…13” (1513). El espacio litúrgico más interesante es la capilla, de planta rectangular. En este cenobio de Santa María se conservan excelentes piezas de platería así como una interesante colección de imaginería y cuadros al óleo, algunos pertenecientes a la colección particular de don Íñigo de Arteaga, duque del Infantado, progenitor de una reverenda Madre de la Orden Jerónima, cedidos al convento en el año 1970. Podemos destacar en el locutorio un relieve en madera que representa a la Virgen del Carmen entregándole el escapulario a San Simón, un óleo de escuela tenebrista del siglo XVII que representa a San Jerónimo penitente, donado por el anticuario Sr. Heredia al cenobio así como un Crucificado que se venera en la capilla.

Junto a la enfermería y hoy también formando parte de ella, se encuentra la Casa de los Cabrera Sotomayor, que en su día precedente, perteneció a una rama de los Perero, casta en la que nacieron Sancho y Juan de Perero, que pasaron al Perú. La Enfermería fue desamortizada en el siglo XIX y en ella se asentó la casa rectoral de San Mateo y más tarde el colegio de las carmelitas de Vedruna, que se instalaron aquí en 1892 tras haber pasado dos años –de prestado– en el Palacio de Adanero. Se instalaron el 3 de febrero y celebró la misa un cura que fue toda una institución en Cáceres, Fernando Jiménez Mogollón. De aquí partieron a su actual ubicación en la Avenida de Guadalupe.

En este convento de clausura de la Orden de las Jerónimas se pueden comprar deliciosos dulces elaborados por las monjas. Religiosas dedicadas a la vida de contemplación, de oración, de trabajo y de silencio.

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