A GRANDES MALES…

POR ANTONIO LUIS GALIANO, CRONISTA OFICIAL DE ORIHUELA

/ Colección A.L.Galiano

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El ser humano ante adversidades muestra distintas actitudes que, a veces, pueden estar en consonancia con sus aptitudes. Así, su disposición de ánimo está en consonancia con su suficiencia o idoneidad a la hora de actuar ante algunas circunstancias. De esta forma, hay personas que quedan pasivas con los brazos cruzados o encogiendo los hombros, mientras que otras arremeten embistiendo como si fueran miuras de pura cepa, o bien se mantienen al pairo como si fueran un bergantín. Sin embargo, hay posturas que por lo general solemos adoptar todos ante grandes males, llegando a la conclusión que para solucionarlos buscaremos grandes remedios, parafraseando al médico griego Hipócrates de Cos, al cual se le atribuye por algunos autores dicha sentencia al completo, o sea: «a grandes males, grandes soluciones», que no es otra cosa que, ante problemas difíciles los debemos resolver con mucha acción.

Con todo ello, a veces, echamos mano de la propaganda, que dicho sea de paso nos inunda y agobia. Así, entre los grandes problemas de la coquetería del género masculino siempre encontramos la calvicie, y para aquellos que no les ha abandonado el cabello, el mantenerlo negro alejado de las canas. En febrero de 1931, la prensa oriolana insertaba el anuncio de un producto del que era concesionario Emilio Peralta. Dicho preparado, llamado ‘Cucarana’, encabezaba el texto para el lector con la frase, «pruebas son amores y no buenas razones», que estaba destinado para enmascarar los cabellos blancos, que sin necesidad de teñirlos le devolvía el matiz natural de un joven. En referencia con el cabello, mejor dicho para devolver a la calvicie su enjambre de pelo, ‘La Comarca’, en junio de 1903, promocionaba el producto vegetal ‘Azgar’ que según su fabricante hacía brotar el pelo a todas las edades, destruyendo la caspa, pudiendo aplicarse a toda clase de barbas, ya fueran «débiles y nacientes». El frasco se vendía en la peluquería de Francisco Pedrosa, en la calle de los Hostales, al precio de 5 pesetas. En ese mismo año, ‘La Comarca’ anunciaba el ‘Cefiro de Oriente Lillo’, que garantizaba que si no salía el cabello, no había que abonar nada. Pero a veces, al margen de estos productos también se podía recurrir a remedios caseros, concretamente, contra la caspa se estilaba el agua de romero mezclada con un poco de vinagre, de manera que, mojando y restregando la cabeza se provocaba la caída de la citada caspa y, además, acrecentaba la memoria. Pero si deseaba quitar las canas había que coger polvos de agallas fritas en aceite, y tras haber secado junto con cortezas de nueces verdes, se trituraba y se cocía con agua de lluvia. El problema de este remedio casero radicaba que en que no siempre llovía. Así, que todos calvos o con canas.

Pero, siguiendo con las propiedades mágicas caseras a base de romero, sus hojas mascadas en ayuna quitaban el olor procedente de los dientes y muelas gastadas, produciendo un buen aliento. Aunque, si se pretendía buscar el remedio en otros productos, se podía recurrir a ‘El Elexir’ del célebre «medicor 3D Gútler» que preparaba el doctor Andreu en Barcelona, y que se expedía en la farmacia de Ballesteros en el Vallet, en mayo de 1888. Con este producto se lograba calmar el dolor de muelas, se detenían las caries, limpiaba la boca de sarro y extinguía la fetidez del aliento.

Al parecer para nuestros mayores, el ‘rosmarinus officinalis’ o sea el romero, valía para todo. Incluso sus brotes más tiernos comidos por la mañana con pan y sal fortificaban la cabeza y el cerebro, conservaba «la vista gallarda, robusta y fuerte». Todo ello estaba muy bien, pero era más eficiente acudir al doctor Javaloy Lizón, diplomado del Instituto Oftálmico Nacional y ex alumno de l’Hopital Lariboidiere de París, que anunciaba en ‘Actualidad’, su clínica de enfermedades de los ojos, sita en la calle Calderón de la Barca, 3 y Unión Agrícola, 2 (actual Avenida de España, antes José Antonio).

Y si se trataba de frenar los dolores de cabeza, en ‘La Cantárida’ en septiembre de 1911, se aseguraba que desaparecían en cinco minutos con la ‘Hemicranina’, que valía a 3,50 pesetas la caja, y que además era efectiva para las jaquecas rebeldes, neuralgias producidas por el frío, el reuma, la ciática y los «retortijones uterinos», que no son otra cosa que aquellos localizados en el útero, después del parto para expulsar la placenta y los coágulos.

El mal de orina o de enfermedades urinarias, también precisaban de grandes remedios. De esta forma, los polvos de romero hervidos con vino blanco deshacen las piedras de la vejiga. Y si se tuviera «flujo de orín por debilitación o flaqueza de la parte», bebiendo el polvo de sus hojas o de la raíz con vino tinto añejo reprime el flujo y fortifica «la parte». Pero, tal vez, más efectivo era el ‘Sándalo Piza’, que se promocionaba en el ‘Heraldo de Orihuela’, en mayo de 1898. Dicho producto que estaba indicado para las enfermedades urinarias había sido premiado en certámenes de Barcelona, París y Suez. La seguridad que el fabricante tenía en su poder milagroso, propiciaba que ofreciera 1.000 pesetas, de las de entonces, a quien presentara cápsulas que curasen antes dichas enfermedades. Asimismo, recomendaba, «no fiarse de las imitaciones».

Pero tal vez un gran mal como eran las arrugas en las mujeres, también tenía su gran remedio con el romero. Pues lavando la cara con el mismo mezclado con agua, utilizando un paño de lienzo, la volvía a su «hermosura, gallardía y resplandor». Y si se quería mejorar el tratamiento, en vez de agua era mucho mejor, el romero mezclado con vino cocido.

Así, ante todas adversidades, hagamos caso a Hipócrates y busquemos las mejores soluciones de forma enérgica y rápida.

Fuente: http://www.laverdad.es/

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